Ascenso al Island Peak, segunda parte.




Una disculpa por el retraso. Aquí la segunda parte y el final de la expedición.

Dejamos atrás el campamento base con sus fantasmas y comenzamos a subir el macizo de la montaña. Lejos quedaron las caminatas tranquilas en las que íbamos ganando altura poco a poco. A partir de ese momento, y hasta la cima de la montaña, recorreríamos laderas empinadas, secciones de roca, glaciares y paredes de hielo. Aunque nos esperaba una marcha relativamente corta, decidimos comenzar temprano para poder tener toda la tarde para prepararnos para el ascenso, aclimatarnos lo mas posible y tratar de dormir algo si es que se puede. Nuestro campamento de altura estaba a 5,500 metros de altura incrustado en un roquerío donde el legado de muchas expediciones anteriores son las plataformas donde colocamos las tiendas de campaña; una para los sherpas y otra para Ricardo y para mi. Y curiosamente en ese momento descendían de la montaña dos personas que habían iniciado su ascenso la noche anterior. Estos eran los “fantasmas” que habían hecho ruido durante las primeras horas de la madrugada.

Aproximadamente a las once de la mañana ya estábamos instalados dentro de nuestras tiendas y el resto de la tarde preparamos el equipo que llevaríamos para el ascenso a la cima: mochilas, piolets, arneses, crampones, cuerda, ascensores, etc. Ricardo no había tenido oportunidad de ajustar sus crampones a sus botas plásticas ni de verificar el sistema para asegurar su ascensor a su arnés. La mala noticia era que durante la tarde comenzó a aumentar significativamente la velocidad del viento hasta que sacudía fuertemente la tienda de campaña, incluso estando en el lado de la montaña protegido contra el viento.

El sol comenzó a ocultarse tras las el horizonte alrededor de las seis de la tarde y entonces preparamos nuestra cena de pasta. Siempre es buena señal de que estamos aclimatados cuando comemos con muchas ganas en la altura. Después, apagamos nuestras lámparas y tratamos de dormir. En esta ocasión me fue mucho mejor que en el pico Lobuje y en un par de ocasiones escuché roncar a Ricardo por lo que creo que él también descansó. Cuando sonó la alarma a las dos de la mañana noté que el viento empujaba enérgicamente las paredes de la tienda de campaña. Sin embargo, no era lo suficientemente fuerte o peligroso para abandonar el ascenso. Preparamos café y comenzamos a vestirnos con nuestra ropa de montaña y chamarra de pluma. Afortunadamente Ricardo traía unos pantalones de pluma que le prestó Mingma. A las tres de la mañana en punto estábamos ya fuera de la tienda con nuestro equipo puesto y comenzamos el ascenso con Mingma y Tshering. La luna brillaba intensamente y apenas nos servían las lámparas que llevábamos sujetadas a la cabeza.
 
Hay varias razones por las que normalmente comenzamos a subir hacia la cima de una montaña en la madrugada, principalmente por razones del clima. Para mi, una de las principales ventajas es que durante la noche se pierde la perspectiva de lo inmensa que es la montaña y mientras avanzamos en silencio durante la noche caemos en cierta continuidad en la que la escalada se vuelve algo automático. Se pierde el sentido del tiempo y las horas se pasan como minutos. La ruta que seguimos zigzagueaba por una arista de roca. El terreno no era técnicamente difícil aunque hubieron varios pasos que tuvimos que escalar con cuidado y en ocasiones rachas de viento nos empujaban y nos hacían perder el equilibrio momentáneamente. Y en la parte más alta de la arista de roca llegamos por fin al inicio del glaciar.

Todavía era de noche cuando comenzamos a colocarnos los crampones en las botas y nos encordamos los cuatro. El glaciar por el que subimos tenía inicialmente unos 40º de inclinación y atravesaba enormes seracs y grietas. Pero mientras escalábamos las grietas se iban haciendo más grandes hasta parecerse a las que se encuentran en la cascada de hielo del Everest y tuvimos que rodearlas hasta encontrar un lugar seguro donde se pudieran cruzar por los puentes de hielo. Afortunadamente pasamos esta zona delicada ya con las primeras luces del día. Pero también observamos que entre el glaciar y la cima hay una pared de hielo de unos cien metros de altura y 70º aproximadamente. Los cuatro veníamos subiendo fuertes y con excelente ánimo.

El sol nos alcanzó justo en la base de la pared donde tomamos un merecido descanso y aprovechamos para tomar agua y comer algo. Mientras nos recuperábamos pudimos ver como alrededor de nosotros teníamos una vista espectacular con montañas de más de 8,000 y 9,000 metros de altura como el Makalu, Lhotse, Nuptse y Baruntse y otras un poco más bajas pero no menos impresionantes como el Ama Dablam. Para escalar la pared tuvimos la fortuna de que alguna expedición anterior había colocado cuerdas fijas y se veían en buenas condiciones por lo que decidimos usarlas. Nos desencordamos, preparamos nuestros ascensores y continuamos el ascenso. Mientras escalábamos la pared estábamos protegidos del viento que golpeaba la montaña del lado opuesto pero veíamos como volaba la nieve sobre la cima y su sonido era como el de un avión despegando. Esta fue la sección más difícil y ya nos encontrábamos a más de 6,000 metros de altura y sentíamos los efectos de la hipoxia que nos hacía respirar más fuerte y más veces antes de dar cada paso. Yo he tenido oportunidad de subir este tipo de terreno durante muchos años pero me sorprendió la facilidad y la habilidad con la que Ricardo subió la pared. Y al llegar a la parte más alta nos golpeó el viento con toda su fuerza. Había que hacer un esfuerzo para mantenerse en pie y no perder el equilibrio, incluso usando el piolet.

El último obstáculo entre nosotros y la cima era una arista de unos 50 metros de largo. Era un filo que dividía la montaña y con precipicios para ambos lados. Incluso en condiciones tranquilas hubiera sido importante escalar con el mayor cuidado pero con el viento violento que nos empujaba el trabajo se hacía mucho más difícil. Incluso era complicado escucharnos hablar entre nosotros a menos de un metro de distancia. Poco a poco fuimos subiendo hasta que de pronto ya no había nada más que subir. ¡Estábamos en la cima del Island Peak! Pasó algo muy extraño que en cuanto nos paramos en la cima, el viento dejó de sentirse. Tal vez sea por la forma de la montaña pero lo seguíamos escuchando pero estábamos protegidos.

De inmediato comenzamos a felicitarnos por haber logrado nuestro objetivo. Parados en la pequeña superficie de la cima le tomé varias fotos a Mingma y a Tshering solos y algunas con Ricardo. Luego Mingma nos tomó una a Ricardo y a mi juntos. Después nos tomamos algunos minutos para observar el paisaje desde el corazón de la cordillera de los Himalayas. Fue algo espectacular.

Eran las 9:00am cuando comenzamos nuestro descenso y por supuesto que en cuanto comenzamos a bajar comenzó a golpearnos el viento nuevamente. Bajamos la arista y rapeleamos por la pared de hielo. Luego nos volvimos a encordar para regresar por las grietas y poco más de dos horas después de haber llegado a la cima, ya estábamos de regreso en el campamento. Estábamos cansados pero muy contentos. Nos llevó casi una hora empacar y levantar el campamento e iniciamos el regreso hasta Chhukkung. Fue una larga marcha y llegamos de noche a la casa de huéspedes donde pasamos la noche. Pero cuando nos sentamos en el comedor a tomar té, con todo el equipo de regreso y habiendo logrado el objetivo sin accidentes, vino el momento mágico en el que se siente la satisfacción de haber logrado una meta para la que nos preparamos durante varios meses. Logramos llegar a la cima del Island Peak. Pero si para mi fue una meta importante, para Ricardo fue una hazaña y es un orgullo poder haber compartido la cima cuando lo logró.

Gracias por haber seguido esta expedición y de seguro el año que entra traerá muchas más aventuras que este, que no fue nada malo.

Más fotos y videos del día en que llegamos a la cima en http://www.facebook.com/LianoDavid
En la cima de Island Peak