Mi compañero

En el verano de 2009, Daniel mi primo regresó de un viaje de varias semanas a Asia y al medio oriente con su familia. Entre los lugares que visitó están la India y Nepal y recuerdo que lo primero que me platicó al regresar es que había volado sobre el Everest. Me contó como tomaron un avión en Katmandú que sobrevoló la montaña más alta del mundo y me compartió la emoción que vivió al estar tan cerca de la cima que yo había caminado en dos ocasiones.


Fue en septiembre de ese mismo año que Daniel dejó de estar con nosotros. De entre de la tristeza que vivimos surgió una idea: ¿sería posible que una pequeña parte de sus cenizas vinieran conmigo en la expedición de este año? Para mi, esto va mucho más allá que simplemente esparcir la última parte física que nos queda de él. Es llevar como compañero a mi primo, dar cada paso juntos, compartir el frío, el esfuerzo y la aventura. También para mi es recordar durante todo el camino el entusiasmo y alegría que siempre tuvo Daniel con todos los que lo conocieron y que su memoria me aliente a continuar con el ascenso por más difícil que se vuelva la marcha.


Si la fortuna nos sonríe, tal vez lleguemos Daniel y yo a la cima del Everest. No lo sé. Sin embargo estoy seguro que de lograrlo, parte de él llegará a ese lugar mágico que el verano pasado vio tan solo desde la ventana de un avión y quedará en el que ciertamente es uno de los lugares más bellos del planeta. ¡Vamos Morro!