6 Semanas para el inicio de la expedición

Con tan sólo 6 semanas para terminar de prepararme para la Doble Travesía del Everest que sin duda será mi más grande aventura, viajé hasta Colorado para pasar tres días escalando en hielo. Ouray es un antiguo pueblo minero que tuvo su auge a finales del siglo XIX. Ahora, las minas están abandonadas pero durante el invierno es el lugar ideal para practicar la escalada en hielo.

A sólo unas cuadras del centro del pueblo, hay un cañón con paredes de entre 15 y 50 metros de altura. Durante la noche, se tiene un sistema de riego que hace que escurra agua por las paredes del cañón. El agua se congela y se forman impresionantes cascadas de hielo. Para escalarlas se usan dos piolets técnicos que permiten tener una posición más natural de las manos.

Llegando a Ouray me encontré con Dave Morton de Seattle con quien en 2004 subí el Cho-Oyu y en 2005 el Everest. Durante 3 días nos dedicamos a recorrer todo tipo de rutas desde las más sencillas (W2/3) hasta paredes de hielo vertical (W5). El anécdota del viaje sucedió en una de las últimas, una cascada de hielo vertical de unos 50m de altura. Para llegar al fondo tuvimos que bajar rapelando ya que en el fondo del cañón (que es bastante angosto) hay un río de agua de deshielo y una vez abajo no hay otra forma de salir sino escalando. Dave Morton subió primero mientras yo lo aseguraba. Cuando llegó hasta arriba comencé a escalar la ruta que era bastante difícil.

Ya que había subido aproximadamente 5 metros, uno de mis pies resbaló y perdí el equilibrio. Mientras caía hasta que me detuvo la cuerda pasaron dos cosas: mi piolet de la mano izquierda se quedó clavado en el hielo 2 metros por encima de mi cabeza; el de la mano derecha se me resbaló y cayó dentro del río sin ninguna posibilidad de recuperarlo. Me encontraba colgado 3 metros por arriba del río, sin ningún piolet y sin tener contacto visual con Dave. Tampoco nos podíamos escuchar por el ruido del río. Después de varios minutos de estar colgado y gritándonos Dave me dejó amarrado como piñata y caminó hasta donde él pudo ver que no yo tenía forma de subir ni bajar. Regresó hasta la cuerda y me bajó a la repisa donde había comenzado a escalar. Con otra cuerda, me bajaron un piolet que usé con muchísimo trabajo para subir hasta donde se había quedado clavado el otro. Fue un esfuerzo considerable llegar con un solo piolet hasta donde me había costado tanto trabajo llegar con dos de ellos. Para ese momento mis brazos estaban muy adoloridos y escalar era muy difícil. Sin embargo, como sabía que la única forma de salir era subiendo, continué el ascenso y 20 minutos después me reuní con Dave al borde del cañón. Siempre se aprende mucho de este tipo de situaciones.

En las seis semanas que quedan antes de iniciar la expedición seguiré escribiendo de los preparativos para la Doble Travesía.