A un mes del terremoto en Nepal, así lo viví.

El campamento dos del Everest en el lado de Nepal se encuentra a 6,350 metros de altura, cerca de la base de la pared el Lhotse. Esa mañana del 25 de Abril desperté a las 2am para escalar dese el campamento base hasta el campamento dos, pasando por la famosa cascada de hielo del Khumbu. Era un día nublado, pero se alcanzaban a ver partes de las paredes nevadas del Nuptse, Lhotse, Everest y West Shoulder. A pesar de que algunos días antes había conseguido llegar a la cima del pico Lobuche Este a 6,100 metros de altura, sentía la falta de oxígeno y recordaba que a penas me encontraba en la primera mitad de la expedición al Everest que normalmente dura dos meses y que aún me esperaba aún un proceso largo de aclimatación.

Alrededor de medio día, estaba descansando entre las tiendas de campaña cuando se sintió un fuerte movimiento en el hielo sobre el que se encuentra el campamento, seguido inmediatamente del sonido de una inmensa avalancha sobre el Nuptse. Basándome en mi experiencia de 22 años, primero pensé que el movimiento del suelo se debía a las toneladas de hielo que iban cayendo y sacudiendo el glaciar. Pero segundos después, el suelo comenzó a moverse de una manera verdaderamente violenta y a nuestro alrededor comenzaron a detonarse múltiples avalanchas de todas las montañas. Nunca me hubiera imaginado que justo en ese momento miles de personas perderían la vida y que cientos de miles se quedarían sin hogar. Una de las tragedias más grandes en a historia del pueblo de Nepal había comenzado.
El campamento dos del Everest el día del terremoto

* * * * * *

Como todas las expediciones a los Himalaya, para mi la aventura comienza meses antes con la planeación de la logística, los permisos y el entrenamiento físico. He tenido la fortuna de estar parado en la cima del Everest en cinco ocasiones y esta vez tenía el proyecto de intentar subir a la cima de la montaña más alta del mundo sin usar oxígeno suplementario. Para esto, realicé un intenso entrenamiento por el que terminé corriendo dos maratones en un mes y durmiendo durante tres meses dentro de una tienda de campaña con concentraciones más bajas de oxígeno, simulando como si estuviera durmiendo a unos 6,000 metros de altura.

Volé a Katmandú a principios de Abril y la primera complicación fue que no llegó ninguna de mis tres maletas. A los pocos días apareció la primera que afortunadamente tenía las cosas más importantes de mi equipo de escalar como botas, sleeping bag, traje de pluma, etc. Las otras dos maletas tardaron casi tres semanas en aparecer y las volví a ver hasta que fueron enviadas al campamento base. Quería darme las mayores probabilidades de lograr el  ascenso, por lo que tuve que comprar lo esencial de mi equipo de escalar faltante y mucho de eso lo terminé donando a los sherpas cuando aparecieron todas las maletas.

Como parte de la aclimatación tenía planeado realizar el ascenso a dos picos antes de dirigirme al Everest. El primero de ellos, Pachermo, tenía una cantidad inusual de nieve para esta época de primavera y por seguridad decidí no intentar escalarlo. El segundo, el pico Lobuche Este, lo subí en solitario el 22 de Abril y me sentí fuerte, listo para pasar a mi objetivo principal de esa temporada.

En la cima del Pico Lobuche Este

Los días que pasé en el Campamento Base del Everest a 5,300 m de altura, antes y después de escalar el Lobuche, tenía la costumbre de recorrer todo el campamento caminado antes de la hora de la comida. Durante la temporada de primavera el campamento parece una pequeña ciudad sobre el glaciar del Khumbu hecha de tiendas de campaña donde se ven banderas de decenas de países que vuelan entre las banderas de oración budistas que colocan los sherpas. Al estar sobre un glaciar, es difícil encontrar espacios planos donde instalar las tiendas de campaña y es por eso que el campamento se extiende a través de una zona bastante larga. Es común escuchar avalanchas asiladas, pequeñas y no tan pequeñas, que caen de las montañas a nuestro alrededor, pero nunca me hubiera imaginado que una de ellas podría tener un tamaño grande como para llegar hasta el campamento base. Nunca me había sentido inseguro estando ahí. El 25 de Abril en la madrugada dejé el campamento base para escalar la cascada de hielo y empezar mi aclimatación en el Everest.

Campamento Base del Everest

* * * * * *

Por el movimiento violento del glaciar en el campamento dos, y al ver que eran muchas las avalanchas que caían simultáneamente, me di cuenta que estábamos pasando por un terremoto excepcionalmente fuerte. Escuchaba cómo tronaba el hielo bajo nosotros y durante un instante pensé que era una verdadera posibilidad el que se abriera una grieta bajo nosotros y que pudiéramos quedar atrapados dentro de ella. Afortunadamente, la ubicación del campamento dos permitió que las avalanchas, las rocas y los grandes bloques de hielo que se desplomaban cayeran hacia los lados y nos salvamos de ser arrasados. El hielo dejó de moverse y de pronto todo fue silencio.

A través del radio me comuniqué al campamento base con el doctor Nima Sherpa para avisarle que estábamos a salvo y supimos que algo grave había pasado en el campamento base pero sin tener detalles. Aunque poco a poco nos fuimos enterando del número de muertos y lesionados en el campamento base, no tuvimos mucha información de lo que realmente había ocurrido sino hasta dos días después.

Nuestro primer problema luego del terremoto fue que, como consecuencia de las avalanchas, varias de las escaleras que se usan para cruzar las enormes grietas entre el campamento dos y el uno habían desaparecido. Varios montañistas no podían descender al campamento uno donde estaba su equipo para pasar la noche. En nuestra tienda de campaña comedor tuvimos que improvisar un refugio para seis personas, consiguiéndoles sleeping bags y colchones para protegerse del frío.

Durante el 25 y 26 de Abril tuvimos juntas en el campamento dos entre los líderes de las expediciones y nos enteramos de que también la ruta para regresar al campamento base se encontraba en muy malas condiciones y era imposible descender por ella en esas circunstancias. El 27 de Abril por la madrugada, al ver que podría tardar hasta semanas el reabrir la ruta para descender, se decidió evacuar a todos los montañistas a través de helicópteros. 170 personas fuimos evacuadas de entre el campamento uno y dos.

Destrucción en el campamento base
Nada me hubiera preparado para la magnitud de la destrucción que me encontré en el campamento base. La zona donde se encontraba mi tienda de campaña había sobrevivido sin daños, pero la parte central, de unos 300 metros, había sido completamente destrozada. El hielo que cayó de la montaña, había arrasado por completo con todo a su paso. Se me figuraba como si hubieran puesto todas las tiendas de campaña y su contenido dentro de una licuadora gigante y después hubieran regado los restos por todos lados. Tengo entendido de que ahí murieron 19 personas y 65 lesionados. Nuestra tienda de campaña comedor fue convertida en un hospital improvisado donde el doctor Nima atendió a varios heridos. Aún habían cadáveres que posteriormente fueron transportados por helicópteros ya que obviamente se daba prioridad a la evacuación de los lesionados. Era un panorama verdaderamente triste.

Un cuerpo siendo evacuado del campamento base

Ya en el campamento base, tuvimos más noticias del tamaño de la tragedia en toda la región central de Nepal. Se hablaba de miles de muertos y de la destrucción de la mayoría de las casas y edificios en varias zonas del país. Una vez que fue evidente que sería muy difícil continuar con el ascenso al Everest y que había mucho por hacer por los damnificados, tomé la decisión de posponer mi proyecto de escalar para el próximo año y dedicarme a apoyar dentro de lo posible en labores de ayuda humanitaria. Así, el 30 de Abril dejé el campamento base, caminando cinco horas hasta Pheriche y al día siguiente, con vuelos en helicóptero, avionetas y aviones, llegué a Katmandú.

Al regresar a Katmandú, la capital de Nepal, me imaginaba un panorama de mucha más devastación. Es cierto que la ciudad estaba prácticamente vacía, con casi todos los comercios cerrados y las calles desiertas. De vez en cuando se veían edificios derrumbados pero eran relativamente pocos. Los edificios más grandes, como centros comerciales y oficinas, parecían haber sufrido mayores daños y seguramente tendrán que ser demolidos. Esa misma tarde del 1 de Mayo me dirigí a la Casa de las Naciones Unidas en donde se estaban coordinando las labores de ayuda humanitaria, atención médica y entrega de alimentos. También ahí se estaba registrando a los voluntarios. En ese momento y en los siguientes días pude ver de primera mano la extraordinaria respuesta que tienen los organismos internacionales ante desastres naturales, con protocolos establecidos y con planes que pueden implementar rápidamente dependiendo del tipo de contingencia. En especial pude ver la extraordinaria actuación de UNICEF y se la Organización Mundial de la Salud, WHO.

El día siguiente tuve la oportunidad de conocer al grupo de búsqueda y rescate GAE-SAR
de Turquía y a REDOG (perros para búsqueda de sobrevivientes) de Suiza quienes ya estaban operando en Nepal tan solo 22 horas después del primer terremoto y lograron rescatar con vida de entre los escombros a varias personas hasta 72 horas después del sismo. Junto con ellos y una escolta militar visité Durbar Square, la plaza principal de Katmandú, que perdió por completo la mayoría de sus principales templos y construcciones, y dejó con daños severos el antiguo palacio real. Parecía una zona de guerra. Mi labor fue tomar cientos de fotografías para documentar el daño ante UNESCO por ser un sitio designado como patrimonio de la humanidad.

Destrucción en Durbar Square

Posteriormente mi labor durante varios días fue la de participar en la entrega de alimentos y lonas en poblaciones alrededor del valle de Katmandú y ahí fue donde realmente vi la magnitud del daño, visitando pueblos aislados en donde prácticamente todas las casas se habían derrumbado y la gente estaba viviendo a la intemperie. Uno de los grandes problemas que enfrentará el pueblo de Nepal en los siguientes meses es que ya está iniciando la temporada del monzón que durante el verano trae intensas lluvias. Sin casas ni refugios, la gente comenzará a enfermarse y pienso que podrían generarse epidemias, a demás de que los deslaves dejarán incomunicadas cientos de poblaciones. Es por eso que es una prioridad la entrega de lonas para que la gente pueda tener un refugio durante el monzón y en Agosto o Septiembre, puedan iniciar con la reconstrucción de sus viviendas.

Niños de una población donde entregamos alimentos

Dos semanas después del terremoto, cuando consideré que estaba dejando de ser útil y que eran más los recursos que estaba utilizando que la ayuda que estaba brindando, decidí iniciar mi regreso a México.

De esta experiencia me llevo muchas cosas, muchas buenas y algunas malas. Entre las malas, el ver la actuación de un gobierno abusivo e incompetente que hasta en momentos críticos actuó bajo intereses políticos incluso llegando a tratar de bloquear las labores de las organizaciones internacionales. Otro aspecto que vi con tristeza es que ciertas personas, tal vez sin tener ningún mérito personal, aprovechan estas tragedias para aparecer ante los medios de comunicación simplemente por encontrarse en el lugar del desastre. Pero son muchas más las cosas positivas, como la satisfacción de haber podido ayudar durante momentos difíciles para un país del que he recibido mucho en más de una década. También me queda la grata realidad de la solidaridad de la comunidad internacional en casos de desastres naturales y el ver que se pueden hacer cosas constructivas de forma muy rápida cuando se tiene la voluntad. Me llevo el recuerdo de la gente de Nepal que, a pesar de vivir en uno de los países más pobres del mundo y de haber perdido sus bienes materiales, tienen un espíritu de perseverancia admirable que los hace sobreponerse a todo.


Espero tener la oportunidad de regresar el próximo año a Nepal para concluir mi proyecto. Mientras tanto, hay otras montañas por escalar, otros cielos por volar y otros mares por navegar.

Antes de iniciar el regreso a México, cansado pero satisfecho.

Todo depende de la actitud: Maratón de Tokio y maratón de Roma.

Hay veces en las que todo va de acuerdo a lo planeado y otras en las que parece que nada funciona como debería, surgiendo un contratiempo tras otro. A pesar de todo, el resultado puede ser inesperado y hoy más que nunca me queda claro que todo de pende de la actitud con la que enfrento los retos. Esta historia de dos maratones es un ejemplo de ello.

Hace meses decidí participar en dos maratones como parte de mi entrenamiento. El primer reto sería el de Tokio, el 22 de Febrero, seguido del maratón de Roma 28 días después, el 22 de Marzo. Aquí vale la pena hacer la aclaración de que un maratón mide una distancia estándar de 42.195 km aunque muchas personas usen el término maratón como sinónimo de “carrera” sin importar la distancia. Tanto Tokio como Roma son maratones con la distancia certificada.

Durante tres años había intentado conseguir una inscripción para el maratón de Tokio sin haber sido seleccionado en el sorteo para asignar números. Pero finalmente en Mayo de 2014, nueve meses antes de la competencia, logré asegurar mi inscripción para la edición de 2015. Inicié el entrenamiento en Diciembre. A pesar de estar corriendo y participando regularmente en carreras desde que tenía 15 años, en esta ocasión tuve que empezar el entrenamiento prácticamente desde cero debido a que el accidente que tuve en Noviembre en los Himalaya dañó gravemente el músculo de mi muslo derecho. Me apegué a mi programa de entrenamiento y superé la tentación de aflojar el paso durante las fiestas de Diciembre. Realizaba mis carreras largas semanales con toda regularidad e incluso, cuando el clima no lo permitía, llegué a correr 24 km en una caminadora.
 
Recogiendo mi número
Días antes del maratón en Tokio, viajé hasta Japón y con toda la calma tuve oportunidad de adaptarme un poco a las horas de diferencia con América, visitar la expo para recoger mi número, preparar mis cosas para correr y dormir bien la noche anterior a la competencia.

El 22 de Febrero, el día de la carrera, me desperté con tiempo para desayunar y caminar con calma al corral de arranque. El clima era ideal, unos 8 grados centígrados y casi nada de viento. La primera mitad de la competencia la hice a un ritmo conservador, disfrutando la ciudad y a los más de un millón de espectadores que nos animaban. Cruzando los 21km apreté el paso, cerrando fuerte y llegué a la meta en 3:41:31, y rompiendo mi mejor marca anterior en maratón de Dublín por 14 segundos.
 
Kabukiza
De las cuatro semanas que tenía antes del maratón de Roma tomé la primera para recuperarme, enfocándome principalmente a la bicicleta estática y corriendo como máximo 8 km. Después me dediqué a hacer entrenamientos de velocidad y tenía planeado hacer una carrera larga de 28 km pero por compromisos de trabajo tan solo pude hacer un entrenamiento “largo” a paso rápido de 14 km.

El viaje a Roma parecía que iba a ser algo sencillo pero terminó siendo una pesadilla. El plan era volar a Frankfurt, en Alemania en la madrugada del viernes 20 de Marzo para hacer una conexión corta al aeropuerto de Fiumicino en Roma. Ese mismo día tenía pensado recoger mi número en la expo del maratón. La primera señal de que no todo estaba bien era que a los agentes en el mostrador en Estados Unidos el sistema no les dejaba imprimir mi pase de abordar de Frankfurt a Roma y me sugirieron que lo solicitara a mi llegada. Pero al bajar del avión, ya en Alemania, nos informaron que había una huelga de pilotos de Lufthansa y que habían cancelado la mayoría de los vuelos.

Para resumir una muy larga historia, sin poder volar a ningún destino en Italia, tuve que pedir que me cambiaran de ruta para volar a Ginebra, en Suiza. Pero mi maleta se perdió en el camino. Sin equipaje, tomé un tren de Ginebra a Milán pero no habían lugares para los trenes de Milán a Roma sino hasta la tarde del sábado. Me vi forzado a rentar un coche y manejar siete horas. Llegué al hotel en la madrugada del sábado tras 30 horas de viaje y completamente agotado.

El sábado 21 asistí a la expo para recoger mi número de competidor y para comprar calcetines para correr y shorts ya que mi maleta con toda la ropa y equipo de correr seguía extraviada. Todo corredor sabe que no es recomendable estrenar nada el día de una competencia para evitar lesiones, ampollas, rozaduras, etc. Esta vez no tenía opción.








Finalmente llegó el día del maratón de Roma pero el clima tampoco sería favorable. Llovía ligera pero constantemente. Cuando desperté esa mañana y vi la lluvia lo primero que pensé fue: “¿qué más puede salir mal en este viaje? Ha sido un desastre tras otro”. Cerré los ojos y en ese momento decidí que el calificar algo como un “desastre” dependía completamente de mi actitud y en ese momento decidí que iba a ser la mejor carrera de mi vida y que a pesar de todo lo iba a disfrutar y a realizar mi mejor tiempo, que para eso había entrenado.
Hacia la Basílica de San Pedro

Piazza Navona
Unos minutos después de haber salido del hotel, con la lluvia, mis tenis estaban empapados y pesados. La extraordinaria organización de la carrera y el correr en una ciudad maravillosa como Roma compensó por mucho las incomodidades. Durante todo el recorrido, me asombraba al dar la vuelta en una calle y encontrarme con monumentos espectaculares, plazas gigantes y edificios de cientos de años. Crucé el medio maratón en 1:45:20 y me di cuenta que tenía verdaderas posibilidades de terminar en menos de 3:30:00 si aguantaba el paso. Hice mi mejor esfuerzo pero los últimos dos kilómetros tuve que bajar la intensidad (mi velocidad promedio durante todo el recorrido fue de 12 km/h) y crucé la meta junto al Coliseo en 3:31:30 para un nuevo récord personal.

La gran lección que me llevo es que hoy me queda más claro que nunca que el resultado de cualquier proyecto o reto que me ponga depende en su mayor parte de la actitud con que lo enfrente. Me pregunto si hubiera hecho un viaje a Roma sin vuelos cancelados, sin maletas extraviadas y con un clima más favorable, ¿hubiera roto mi récord anterior por casi 10 minutos y hecho una carrera tan buena? Tal vez no. Las circunstancias fueron las que me llevaron a decidir tomar una actitud triunfadora a pesar de todos los contratiempos.

Llegando a la meta

Tres meses después de mi accidente en los Himalaya

El 16 de Noviembre de 2014, hace prácticamente tres meses, tuve un fuerte accidente al tratar de hacer un despegue en una región remota de los Himalaya en Nepal. Me encontraba en el valle de Rolwaling a unos 5,000 metros de altura acompañado de Tshering Dorjee Sherpa. Estábamos en la ladera de una montaña, cientos de metros sobre una pequeña población y rodeados por enormes picos cubiertos por glaciares.

Lo que recuerdo de este evento es haber preparado mi parapente sobre la ladera, haberme conectado y revisado mi equipo, confirmar que el viento era constante y de una dirección correcta, levantar el parapente, comenzar a correr y… no recuerdo nada más. Algo salió mal y estuve inconsciente alrededor de 10 minutos.


Días antes había volado a Katmandú desde México y tras un par de días finalizando toda la parte burocrática y de permisos, volé junto con Tshering a Lukla. Con él he realizado expediciones al Everest en 2005, Ama Dablam, Island Peak y Lobuche. Desde Lukla, nuestra puerta de entrada a los Himalaya, caminamos varios días a lo largo del valle del Khumbu que en su parte más alta llega a la base del Monte Everest. En Namche tomamos una ruta diferente que nos llevó hacia el Este pasando por Thamo, Thame y Thyangbo. El punto más alto que al alcanzamos fue el paso Tashi Lapcha a 5,755m y empezamos a descender hacia el valle de Rolwaling, que es mucho menos visitado que el Khumbu. Por esta razón es que aún quedan ahí picos oficialmente “vírgenes”, sin ascensos y nuestro objetivo era tratar de escalar el Omi Tso Go, Yalung-ri y Bedding Go. Fue una gran experiencia caminar por los interminables glaciares de Rolwaling durante varios días hasta llegar a una pequeñísima población llamada Na, cerca del medio día del 15 de Noviembre.

Junto con mi equipo llevaba un parapente nuevo, un Alpina 2 de Ozone diseñado para vuelos cross country y hecho de un material muy ligero. La tarde del 15 de Noviembre, tras haber instalado nuestras tiendas de campaña en Na, salí con Tshering a un llano junto a un río para practicar el manejo y control de este nuevo parapente. A demás de tener características muy particulares durante el vuelo, también tiene un desempeño diferente al momento de despegar por ser de un material tan ligero. Por la densidad del aire hay una gran diferencia entre un despegue a nivel del mar y un despegue a más de 5,000 metros de altura. Ahí el aire es la mitad de denso. Durante casi una hora aproveché el buen viento para familiarizarme con el manejo del parapente y satisfecho, empaqué mi equipo.

Recuerdo esa noche como la mejor del viaje, cenando Dal Bhat (arroz con lentejas, el plato tradicional de Nepal) con los porteadores que nos acompañaron durante el camino y que iniciarían en regreso a Namche la madrugada siguiente.

El 16 de Noviembre era nuestro primer día de “descanso” y planeé hacer un vuelo corto en parapente después del desayuno. Cargando la mochila del parapente, caminé junto con Tshering durante casi una hora hasta llegar al punto que había elegido para despegar.


Abrí los ojos con la sensación de haber despertado de un largo sueño. Todo era confusión y no tenía ningún pensamiento claro. Enfrente de mi veía las montañas nevadas y muy lejos y algunas casas de piedra. Estaba recostado sobre mi arnés de vuelo y sentía la cara adormecida. A mi izquierda estaba Tshering tratando de organizar el parapente y las líneas. Le pregunté en inglés “¿Tshering, dónde estamos?” Me contestó: “Na”. El nombre no significaba nada para mi. “¿Qué estamos escalando?” “Escalando no. Volando pero te caíste”. No me hacía sentido lo que me decía. “¿Pero dónde estamos?”. “En Na” y me señalaba hacia las casas. Luego se acercó y empezó a limpiarme la cara que tenía cubierta de sangre. Vi mis lentes completamente destrozados junto a mi y el casco raspado. Una y otra vez le hice las mismas preguntas a Tshering y tras un cuarto de hora comenzaba a comprender que había tenido un accidente al despegar y que había estado inconsciente durante 10 minutos. Yo no tenía ningún recuerdo de eso. Sólo de iniciar a correr para despegar.

Poco a poco empecé a darme cuenta de la magnitud del accidente. Con la cámara del celular vi que tenía dos cortes profundos en la cara. Uno en el párpado inferior del ojo derecho y otro sobre la ceja izquierda. Todo el lado derecho de mi cara estaba raspado fuertemente y las heridas y mi nariz no dejaban de sangrar. Afortunadamente no perdí ningún diente. Tenía un golpe fuerte y una herida en el hombro izquierdo y mi chamarra estaba destrozada en esa zona. En la cara no sentía dolor pero sí me dolía el muslo de la pierna derecha aunque la podía apoyar.

Tshering terminó de guardar el parapente y el arnés en la mochila, se la echó al hombro y comenzamos a caminar muy despacio hacia Na. Hasta entonces me di cuenta de lo afortunado que había sido, ya que había un precipicio de unos 50 metros de altura a menos de diez metros de donde fui a parar. No me quiero imaginar lo que hubiera sucedido de haber tratado de despegar unos metros adelante.

Habremos tardado cerca de una hora en regresar a Na y a nuestras tiendas de campaña. Era alrededor de la 1:30pm. Me consiguió Tshering un espejo y con mi botiquín de primeros auxilios comencé a limpiar mis heridas. El corte del párpado derecho era muy profundo. Mi plan era limpiar las heridas lo mejor posible, cerrarlas con cinta, esperar un par de días en el campamento recuperándome y posteriormente analizar la posibilidad de continuar escalando según lo programado. Pero comencé a sentirme mareado al estar sentado dentro de mi tienda de campaña. Analizando lo que sucedió, el golpe en la cabeza, el haber perdido el conocimiento y estar con mareo a 5,000 metros de altura, me di cuenta que era una mala decisión permanecer aislado en un lugar tan remoto y que sería más conservador regresar a Katmandú lo antes posible y confirmar que no tenía ningún daño mayor en el cráneo o cerebro.

Jiban Ghimire es el dueño de Shangri-la Treks and Expeditions, con él he realizado muchas de las expediciones a los Himalaya y a lo largo de más de diez años hemos llegado a tener una buena amistad. Fue él quien desde Katmandú coordinó que llegara a Na un helicóptero alrededor de las 4:00pm. La alternativa hubiera sido caminar durante varios días por el valle de Rolwaling hasta donde los caminos de terracería permiten la entrada de vehículos 4 x 4.

Una vez aterrizados en Katmandú nos dirigimos al hospital Norvic donde me recibieron de inmediato en la sala de urgencias. Este hospital es de lo mejor de Nepal pero incluso ser atendido ahí se siente como toda una aventura. En la camilla junto a la mía había un niño  que se había caído de un tercer piso, su cuerpo estaba destrozado y no paraba de gritar. Confieso que fue uno de esos momentos extraños en los que se llega a sentir gratitud al compararse con la desdicha de los demás. Tras una evaluación general, me mandaron a sacar una tomografía y una radiografía de tórax. Me sacaron sangre y la mandaron al laboratorio. Afortunadamente en la tomografía no se veían fracturas ni lesiones mayores pero al doctor le preocupaba las cortadas del ojo y de la ceja. Con el mayor cuidado colocó las puntadas mientras yo tenía que mantener el ojo abierto, viendo como pasaba la aguja por el párpado. Dejé el hospital cerca de las once de la noche, más de doce horas después del accidente.

Los siguientes días fueron particularmente incómodos. El músculo de mi muslo derecho estaba muy dañado y deformado. Me costaba trabajo caminar. El párpado del ojo derecho no cerraba por completo y se me secaba el ojo. Empecé a sentir dolor en la cara. Junto con Tshering visité un templo budista en la zona de Boudhanath para hacer una ofrenda por él. Lo había hecho pasar una experiencia angustiante y esa ofrenda era una manera de
corresponderle su extraordinaria ayuda. Luego me llevó con un lama importante para que me soplara en la cara y con eso ayudarme a sanar más pronto.

Cinco días pasé en Katmandú en los que al principio se veían más impactantes las lesiones pero que poco a poco comenzaron a mejorar. El viernes 21 de Noviembre por la noche, según las instrucciones del doctor, regresé al hospital para que me retiraran las suturas. A la mañana siguiente tomé un avión hacia Pokhara el principal sitio de vuelo en Nepal y volví a volar en parapente desde Sarangkot.

El accidente fue sin duda una experiencia dolorosa y que pudo haber terminado mucho peor. Pero conozco los riesgos de las actividades que realizo y trato de minimizar al máximo la parte del riesgo que es “controlable”. Sería muy fácil que después de pasar por una mala experiencia como esta decidiera nunca más volver a volar y que me dominara el miedo. Si comenzara a limitar mi vida de esa manera, cada vez dejaría de hacer más y más cosas que tanta felicidad y satisfacción me dan. Como lo he comentado en repetidas ocasiones, a lo que verdaderamente le tengo miedo es a tener una vida ordinaria, sin retos ni experiencias.

En estos tres meses he volado más de 60 horas, incluso participando en una competencia de parapente en Valle de Bravo. He escalado montañas y cascadas congeladas, y he corrido cerca de 500km entrenando para dos maratones en los que próximamente estaré participando en dos continentes diferentes. Todo apunta a que en unos meses vendrá una nueva expedición de montañismo, un Ironman y una aventura de miles de kilómetros en motocicleta. Más que detenerme, el accidente me sirvió para darme cuenta de lo mucho que aún tengo por hacer y a tratar de hacerlo de la manera más segura posible. Mi mente está llena de sueños y proyectos. Mi vida está mejor que nunca.


Viajando a Nepal para escalar "nuevos" picos

Podría parecer que en este siglo XXI nuestro planeta ha sido explorado en su totalidad y que geográficamente la lista de lugares desconocidos se ha reducido al mínimo o incluso ha desaparecido. Con tan solo unos clics podemos encontrar imágenes satelitales de cualquier parte del planeta y trasladarnos decenas de miles de kilómetros hasta lugares remotos e inaccesibles. En el tema del alpinismo, todas las montañas que he escalado hasta hoy ya han sido subidas en varias ocasiones y, aunque todavía hay extraordinarios montañistas que se dedican a abrir nuevas rutas técnicas en picos ya conocidos, en la actualidad son relativamente pocas las montañas que son escaladas por primera ocasión. Los motivos por los que nadie hasta el momento ha subido a esas cimas pueden ser por que el acceso es extremadamente complicado, por la dificultad técnica e incluso por temas burocráticos y religiosos. Por ejemplo, existe una montaña en el sur de Tíbet llamada Monte Kailash que visualmente es de las más bellas que conozco. Es una montaña considerada como sagrada para cuatro religiones diferentes (Hinduismo, Budismo, Bön y Jainismo) y por esa razón no ha sido, ni creo que será escalada.

En primavera de este año, algunas semanas después de la tragedia en el Everest en el que perdieron la vida 16 Sherpas en una avalancha, el gobierno de Nepal anunció que por primera vez daría permiso para escalar 104 picos en los Himalaya que anteriormente no estaban dentro de la lista de montañas permitidas para escalar. El anuncio parecía una forma de invitar a los alpinistas a regresar a Nepal después del accidente. Se publicó una lista con el nombre de los picos y las coordenadas de cada cima y durante el verano me di a la tarea de identificar y documentar a detalle, desde México, cada una de esas montañas utilizando toda la tecnología disponible. Me encontré con varios obstáculos ya que nunca se publicó el DATUM utilizado para establecer las coordenadas de cada pico y varias de las montañas de la lista parecían más bien cimas falsas de otras montañas más grandes y para algunas de las coordenadas simplemente estaban mal.

Tras varias semanas de trabajo inicié el análisis de cuales eran las más factibles de intentar ascender al final del otoño o principios del invierno, desde el punto de vista logístico, y reduje mi búsqueda a tres zonas dentro de Nepal: Kanchenjunga, Rolwaling y Khumbu. Pero ya entrando en contacto con la División de Montañismo del Ministerio de Cultura, Turismo y Aviación Civil de Nepal me apareció una terrible barrera burocrática. Resulta que los picos menores de 6,500 metros de altura están clasificados como picos de “trekking” (usan ese nombre sin importar el grado de dificultad técnica de la cima). Por otro lado, las montañas de más de 6,500 metros son consideradas como picos de “montañismo” ¡Como una referencia, el imponente Alpamayo en Perú con 5,947 metros sería clasificado como un pico de “trekking” en Nepal!

El principal problema de esta clasificación tan simplista surge con los requisitos para subir un pico de “montañismo”. Arriba de 6,500 metros es obligatorio que un agente del gobierno de Nepal conocido como Liaison Officer participe en la expedición. Estos agentes por lo general se quedan en Katmandú, nunca se acercan a la montaña y cuando lo llegan a hacer, fingen tener dolor de cabeza y abandonan a los dos o tres días. El costo aproximado para un montañista por estar obligado a participar en esta farsa: ¡$3,000 dólares por agente! Como referencia, el costo del permiso para escalar una montaña de más de 6,500 metros: $750 dólares. Considerando que el sueldo promedio anual de un hogar en Nepal es de menos de $2,000 dólares es claro ver que el sistema de Liaison Officers funciona para perpetuar un sistema burocrático en el que los puestos son vendidos y el dinero repartido entre los políticos. El pueblo nunca ve un centavo.

El gran absurdo es que de los 104 picos hay varios de más de 6,500 metros que se pueden escalar como grupo, uno tras otro y con un solo campamento base, y los ascensos a cada cima podrían realizarse en un solo día de escalda. Según las reglas, no importa si el ascenso a un pico dura un día o 60 días, se debe de pagar al agente. Pensando en cuatro picos que se podrían escalar en 4 días seguidos, habría que pagar $12,000 dólares ($3,000 x 4 montañas) únicamente para los agentes del gobierno, más el costo de los permisos, más el costo de la expedición. Lamentablemente, por esta razón me vi forzado a considerar únicamente montañas de menos de 6,500 metros.

Escribo estas líneas desde Tokio, viajando hacia Nepal donde en las próximas semanas intentaré algunos primeros ascensos a varios de esos 104 picos vírgenes de los Himalaya. También estaré realizando algunos vuelos en parapente en la región del Annapurna. El plan es escalar únicamente con un amigo Sherpa como compañero de escalada (nunca como porteador) para hacer una expedición rápida y segura. Me emociona pensar que en algunos días pudiera estar escalando y llegando a cimas que nunca antes han sido pisadas. Pero me emociona aún más el tener nuevas metas adelante y hacer todo lo posible por alcanzarlas.


En los próximos días estaré compartiendo por aquí más detalles de mis planes.

Katmandú

Escalando y volando en parapente por Europa (Agosto-Septiembre 2014)

Cuando pienso en los Alpes me vienen a la mente las grandes historias de los pioneros del montañismo. El Mont Blanc fue ascendido por primera vez en 1786, el Matterhorn en 1865 y la pared Norte del Eiger en 1938. Tuve oportunidad de escalar ahí varios picos en el 2005 y desde entonces mis proyectos de montaña se habían concentrado principalmente en Asia. Sin embargo, no dejaba de sentir una fuerte atracción por esa cordillera que atraviesa ocho países a lo largo de cerca de 1,200 kilómetros.

Hace más de 6 años comencé a volar en parapente, considerándolo como una manera más segura y divertida de descender de las montañas. Fue hasta que entré al mundo de parapente que escuché por primera vez de una clase de competencias conocida como Hike & Fly (literalmente se traduce en español como “Excursión a pie y volar”). En estas competencias los participantes tienen que realizar un recorrido de un punto a otro ya sea volando o caminando/corriendo, pero siempre cargando el parapente dentro de una mochila cuando no se esté en vuelo. Los eventos tienen diferentes distancias que van desde decenas de kilómetros hasta cientos de ellos. La estrategia consiste en subir caminando o corriendo en las montañas hasta zonas de despegue establecidas o improvisadas, volar lo más posible en dirección a la meta y al no poder mantener el vuelo, aterrizar para volver a escalar otra montaña que permita hacer un despegue. En algunos eventos se tienen periodos de descanso obligatorios pero en muchos de ellos los participantes pueden estar en movimiento las 24 horas del día. La duración varía desde un solo día, hasta varias semanas. Sin duda, la competencia hike & fly más reconocida y a la vez más dura del planeta es el Red Bull X-Alps que inicia en Salzburgo, en Austria y recorre más de 1,000 kilómetros sobre los picos más importantes de los Alpes hasta terminar en Monte Carlo, Mónaco. Se lleva a cabo cada dos años (la próxima será en 2015) y tan solo una fracción de los participantes que inicia logra cruzar la meta.

Conforme ha mejorado el diseño y desempeño de los parapentes modernos, los competidores que participan en el Red Bull X-Alps y alcanzan a llegar a la meta son los pilotos que logran desplazarse mejor durante el vuelo. Generalmente son los pilotos que tienen un mayor conocimiento de las condiciones locales de vuelo de los Alpes. No habiendo tenido la oportunidad de volar en esa cordillera, hace meses comencé a imaginar un viaje como ningún otro hasta ese momento: recorrer la parte central de los Alpes iniciando en Francia, escalando algunos picos importantes de más de 4,000 metros de altura y haciendo vuelos en parapente en zonas de vuelo de tres países distintos. Me desplazaría de un lugar a otro en una camioneta camper en donde también dormiría sitios de campamento. Quería tener una conocimiento, por muy básico que este fuera, de las diferentes condiciones de vuelo entre los picos de Europa y las zonas de vuelo que estoy acostumbrado en América y Asia, y una noción de los microclimas que ahí se forman.

Tras algunos meses planeando el viaje, dejé México a mediados de Agosto de 2014 y llegué  a Lyon en el Este de Francia. Con tres enormes maletas que contenían mi equipo de escalar, el parapente y una pequeña bicicleta plegable, llegué a las oficinas de la compañía de alquiler de campers a las afueras de la ciudad. El vehículo que me asignaron parecía un pequeñísimo departamento con una cama, baño/regadera, cocineta, refrigerador y mesa. De inmediato encontré parecidos con un velero y me vinieron a la mente recuerdos de mis días en el mar. Comprendo bien el francés y me expreso razonablemente bien en ese idioma pero, nunca antes habiendo utilizado un camper de este tipo, me llevó una hora y media entender las explicaciones de cómo funcionaba el sistema eléctrico, dónde cargar los tanques de agua potable, cómo descargar el tanque de agua gris, cómo cambiar el tanque de gas, etc. Con las maletas cargadas, encendí el motor y comencé la travesía.
Chamonix

Despegue en Pranplaz
Mi primera parada fue Chamonix cerca de la frontera entre Francia, Italia y Suiza donde se encuentra el grandioso Mont Blanc. No es la montaña más alta de Europa, ese honor lo tiene el Monte Elbruz que escalé hace una década, pero sí es el pico más alto de los Alpes. Chamonix también es el lugar donde nació el vuelo en parapente a finales de la década de 1970. Ahí pasé tres noches en el Camping de l'Ile des Barrats que atienden Valérie y Emmanuel Yout, una pareja muy agradable. Durante el día hice varios vuelos desde el despegue de Pranplaz que se encuentra sobre el valle de Chamonix pero del lado opuesto al Mont Blanc. No está permitido despegar sobre el Mont Blanc durante Julio y Agosto por la gran cantidad de vuelos de rescate en helicóptero que se hacen durante esa temporada y a  pesar de eso, los vuelos sobre Pranplaz fueron extraordinarios, haciendo vuelos de distancia que iniciaban sobre Aguilles Rouges. Subía al despegue en el teleférico, volaba durante toda la mañana hasta que lentamente llegaban las nubes después del medio día y comenzaba una ligera lluvia. Por las tardes leía, iba de compras al supermercado en mi bicicleta, me preparaba algo sencillo de cenar, trabajaba durante algunas horas desde mi computadora y me dormía.
 
Valle de Chamonix
Tras varios días de esta rutina llegó el momento de escalar. Con mi mochila preparada en la tarde anterior, dejé el camping el 22 de Agosto y tomé un autobús a Les Houches, luego un teleférico a Bellevue y un pequeño tren de cremallera hasta Nid d´Aigle. Caminé de subida por un estrecho camino rocoso hasta el refugio Tête Rousse y de ahí escalé por una empinada arista de piedra hasta el refugio Goûter. Este refugio fue recientemente construido, reemplazando a una vieja construcción de madera. Fue edificado sobre un acantilado y tiene forma de “huevo” que le permite ser aerodinámico y resistir vientos de hasta 300km/h. La limpieza y organización del refugio es asombrosa.
 
Refugio
En la cima del Mont Blanc
Tras una cena vegetariana me fui a descansar unas horas al dormitorio que me asignaron. A las dos de la mañana en punto comenzó a despertar la gente en el refugio para desayunar algo ligero e iniciar el ascenso. Entre el refugio y la cima hay 1,000 metros de desnivel y hay que cruzar enormes glaciares. Justo al amanecer, tras haber escalado solo toda la noche y con bastante viento, alcancé la cima del punto más alto de los Alpes (4,810 m). El descenso se me hizo largo y pesado, teniendo que regresar al refugio Goûter, a Tête Rousse, Nid d´Aigle, Bellevue, Les Houches y finalmente Chamonix. Esa noche festejé cenando comida Hindú.

Continué mi viaje hacia el Este cruzando la frontera con Suiza hacia Grindelwald y escalando el Mönch (4,107 m). Me hubiera gustado escalar el Eiger por la arista Mitteleg
Mönch
i o la arista sur pero con tanta precipitación en el verano, la montaña tenía demasiada nieve como para hacer un ascenso seguro. Perdí todo un día por el mal clima y me dediqué a lavar ropa en el camping Gletscherdorf. Pero la mañana siguiente, con un cielo azul, me dirigí a Interlaken en donde hice vuelos desde Niedelhorn y Amisbühl. Interlaken en español quiere decir “entre lagos” y la vista que tuve durante los vuelos fue inigualable: campos verdes, lagos color esmeralda, enormes picos nevados, y pequeños chalets de madera por las laderas.
 
Lago Thun, Interlaken
A la mañana siguiente volví a empacar todas mis cosas, me dirigí al Este y crucé hacia Austria. Ahí me dirigí al Sur, por el valle de Zillertal para hacer varios vuelos en la región del Tirol. El campamento se encontraba en Mayerhofen, un pequeño pueblo famoso por el esquí durante el invierno pero también muy turístico durante el verano. En los teleféricos subí en repetidas ocasiones hasta el despegue de Penken y volví a disfrutar de las vistas que parecían sacadas de un cuento.

Matterhorn
Tras un par de días en Mayerhofen llegué a Salzburgo en donde pasé a conocer a Christoph Weber, el director del Red Bull X-Alps. Durante algunas horas platicamos sobre la competencia y sobre el proceso de selección de los atletas. Llegó el momento de comenzar el regreso hacia Francia no sin antes parar en Zermatt, el mágico pueblo Suizo a los pies del Matterhorn. Ahí, desde el moderno refugio de Monte Rosa, realicé el ascenso al Dufourspitze (4,634 m), que es la segunda montaña más alta de los Alpes.
 
Arista del Dufourspitze
La última parada del viaje fue nuevamente Chamonix. Ya siendo Septiembre, no habían restricciones de vuelo del lado del Mont Blanc y sobrevolé los imponentes glaciares de esta enorme montaña.
 
Glaciar
Esta aventura por los Alpes europeos fue aún más intensa que las que estoy acostumbrado a hacer. En tan solo 20 días recorrí 2,400 km manejando por cuatro países, escale tres de los picos más altos del continente y realicé 18 vuelos en parapente recorriendo más de 350km. Podría pensarse que viviendo de una manera tan precipitada no me da tiempo de parar y de disfrutar muchas cosas durante el camino. Pero hay unas palabras de Henry David Thoreau en su libro Walden que sigo como un mantra: “Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido.” Me queda muy claro que el tiempo que tenemos es prestado y trato de aprovecharlo al máximo. 

Camino de Santiago (Tercera parte)



Mi mochila, con su vieira
Mi llegada a Viana durante el Camino de Santiago fue un asunto doloroso, literalmente. Entre tendinitis y ampollas en los pies, caminaba con mucha dificultad y estaba recorriendo en promedio 8 kilómetros al día menos de mi objetivo de 50. Tomé tres decisiones. La primera fue hospedarme en un pequeño hotel en vez de un albergue para descansar mis pies y meterlos en una tina con agua helada y hielos. La segunda fue que en vez de andar los más de 800km del Camino en tan sólo 15 días, me tomaría cinco días más, recorriendo una distancia menor hasta recuperarme. Y por último, decidí revisar completamente el contenido de mi mochila y enviar por correo a México todo lo que no fuera verdaderamente indispensable. Fueron casi 5kg de peso que bajó la mochila cuando saqué mi cámara, un pequeño tripié, pantalones de mezclilla, camisa, tenis de montaña (me quedé únicamente con mis tenis de correr y sandalias) y un iPad. Qué distinta era mi idea de las cosas “esenciales” una vez que las había tenido que cargar durante varios días.

Viñedos en La Rioja
Continué mi marcha con mucho mejor ánimo y procurando cuidar mis pies tomando descansos periódicos. Navarra dio paso a La Rioja y caminar entre los viñedos se volvió parte de la atmósfera mágica de mi recorrido. En Abril en el norte de España, la vid aparenta ser un pequeño tronco grueso y seco con pocas ramas torcidas, que sale de una tierra aún más seca, agrietada y rojiza. Es difícil imaginar que en tan solo unos meses esas varas estarán completamente cubiertas de hojas verdes y racimos de uvas de donde saldrán los mejores vinos del mundo.

Catedral de Burgos
Con el pasar de los días se recuperaban mis pies y junto con ellos mi confianza. Varias veces al día me encontraba atravesando pequeños poblados que parecían abandonados. Las pequeñas villas como Belorado, Terradillo de los Templarios y Hermanillos de la Calzadilla tenían más de la mitad de sus edificios vacíos y los pobladores son generalmente personas mayores que se reúnen por las tardes en el bar del pueblo para ver el futbol y jugar cartas. En pocos años se convertirán en pueblos fantasmas. Por otro lado, en las grandes ciudades como Logroño, Burgos, León y Ponferrada, e incluso en otras más pequeñas como Palas de Rei y Astorga era reconfortante observar movimiento y gente joven que le inyecta energía y vida a esas viejas urbes.

O'Cebreiro
De La Rioja pasé a Castilla y León, caminando por la enorme meseta y teniendo a la vista durante varios días la cordillera nevada de Picos de Europa. Mientras caminaba, me imaginaba regresando algún día para escalarlos y a hacer vuelos en parapente. Así me distraía durante las horas de marcha y seguía disfrutando las tardes, cuando generalmente tenía las sendas para mi solo. Todos los días registraba mi progreso en los mapas y contaba los kilómetros que me faltaban por caminar hasta Santiago de Compostela, pero no fue sino hasta que llegué al pueblo mágico de O’Cebreiro en Galicia que sentí que el fin del Camino estaba cerca. Esta pequeña villa tiene una sola calle con edificios de piedra y algunas construcciones todavía con techo de paja, pero tiene una historia repleta de leyendas de principios de la edad media. También por ahí estuvieron los Reyes Católicos en su recorrido por el Camino de Santiago y les sucediera un “milagro” relacionado con el Santo Grial. En la noche, la luna llena y la niebla le dieron al pueblo un toque surrealista. Estaba consciente de que en pocos días terminaría esta gran travesía y al acercarme a mi destino aumentaba mi sensación de bienestar.

19 días después de que comencé a caminar en Francia llegué a
Amanecer del último día
Santiago de Compostela. Antes del amanecer de ese último día dejé la posada en Pedrouzo y todavía en la oscuridad seguí la vereda por el bosque junto con otros peregrinos. Me emocionaba saber que tan solo 20 kilómetros me separaban de la culminación de mi viaje. Salió el sol, me paré a tomar un café para sacudirme el frío de la mañana y reanudé mi marcha. En las afueras de Santiago de Compostela hay un cerro llamado Monte de Gozo en donde los peregrinos ven por primera vez la ciudad de Santiago y las torres de la catedral a la distancia. Más que gozo sentí que era inevitable el final de esta aventura y me apresuré a bajar hacia la ciudad.

Los edificios relativamente modernos de los suburbios se convirtieron en construcciones cada vez más viejas y las calles se volvieron más angostas. Pero de pronto el callejón por el que avanzaba desembocó en la Plaza del Obradoiro, el corazón de Santiago de Compostela rodeada en sus cuatro lados por la famosa Catedral, el Hospital Real, el Palacio de Rajoy y el Colegio de San Jerónimo. Mi camino de 800 kilómetros había terminado. Pero el Camino me tenía una última sorpresa para convertir mi llegada en algo inolvidable. Al visitar la Catedral se celebraba la misa diaria para los peregrinos a las 12:00pm en la que pocas veces al año hace su aparición el Botafumeiro pero por alguna razón que nunca conocí, ese lunes me tocó vivirlo. Es un enorme incensario que cuelga de un sistema de poleas y palancas desde
Botafumeiro
la cúpula de la catedral. Un grupo de ayudantes va tirando del otro extremo de la cuerda para que el botafumeiro comience a moverse de lado a lado como péndulo, cada vez con más velocidad hasta terminar recorriendo un arco de unos 100 metros en pocos segundos. Es un espectáculo que hay que presenciar para poder entender lo asombroso que es. Por último, en la oficina de atención al peregrino me entregaron un certificado al que llaman Compostela y un voluntario escribió mi nombre en la lista de peregrinos. Quedaré ahí como una estadística que con los años se volverá irrelevante. Lo valioso fue vivir mi propio Camino de Santiago.



Camino de Santiago (Segunda parte)


Como me sucede con las grandes aventuras y proyectos, el caminar más de 800 kilómetros en menos de tres semanas parece sin duda un reto inmenso, difícil de asimilar. Pero si comienzo a dividirlo en objetivos cada vez más pequeños, se convierte en algo realizable. 800km en 20 días se transforman en 40km por día. Incluso eso es casi un maratón diario, cargando una mochila. Pero al dividirlo en 20km por la mañana y 20km por la tarde, caminando 5 horas en cada etapa, tendría que caminar a un paso relativamente cómodo de tan solo 4 kilómetros por hora promedio. De esa manera lo visualizaba. En total acabé dando 1,178,670 pasos y caminando 813.7km (los registré con un acelerómetro que llevaba en la muñeca). Todo inició con el primer paso que di al dejar el albergue en St. Jean Pied de Port.

Primer amanecer

Mi primer objetivo era salir de St. Jean y cruzar los Pirineos. No tardé en dejar atrás el pequeño pueblo medieval y comenzar a caminar por una estrecha carretera en el campo, a lo largo de laderas de montañas completamente tapizadas de verde.
Subiendo por los Pirineos
Mientras ascendía por el inclinado camino en la cordillera, quedaban atrás los valles de Francia y se veían enfrente enormes montañas, algunas coronadas con impresionantes rocas pero principalmente con cimas modestas cubiertas de pasto. Pasaron las horas mientras andaba y me encontré algunos otros peregrinos caminando por el sinuoso trayecto. También noté que habían varios ciclistas esforzándose por ascender y en las subidas íbamos al mismo ritmo, pero en las bajadas me dejaban atrás en pocos segundos. Cada vez que llegaba a un crucero en el que el camino se dividía o no quedaba completamente claro por dónde seguir, habían marcas pintadas sobre las piedras o mojoneras con el dibujo de la vieira (concha) marcando el camino. Normalmente con un fondo azul, la vieira pintada en amarillo se convirtió durante mi andar en un símbolo de continuidad y de certeza de ir por la ruta correcta. Llegué al punto más alto de nuestro cruce por los Pirineos poco antes del medio día y me senté unos minutos a observar el majestuoso paisaje. El cielo estaba completamente azul y la temperatura era agradable. Se me hacía difícil imaginarme en ese momento las tormentas y el mal clima del que tanto había leído y que eran de esperarse ese lugar. Muchos peregrinos habían muerto en esa zona a causa de las tempestades. Posteriormente crucé la Frontera entre Francia y España marcada por una enorme piedra tallada e inicié el descenso a Roncesvalles, en la provincia de Navarra. Es famoso el monasterio y albergue de peregrinos de esta localidad ya que desde ahí inicia el mayor número de peregrinos que siguen la Ruta Francesa del Camino de Santiago. Tras una comida ligera, reanudé la marcha por un sendero junto al río, con muchas menos subidas, pero ahora completamente solo. A eso me acostumbraría en los siguientes días: caminar con mucha gente durante la mañana y prácticamente solo por la tarde debido a que los peregrinos suelen andar hasta la comida y por la tarde visitar los pueblos, lavar ropa, ir a misa y simplemente descansar y recuperarse. Mi momento del día preferido fueron las tardes, cuando tenía el Camino de Santiago para mi solo. Ese primer día caminé hasta Zubiri a donde llegué a las 7pm. Terminé la jornada ligeramente cansado pero sintiendo el principio de unas ampollas en mi pie izquierdo. En general bien para haber sido mi primer día y recorrido 47km. Pasé la noche en el Albergue Avellano donde me pusieron el sello en mi credencial de peregrino.

Llegando a la parte más alta de los Pirineos

Roncesvalles
En invierno el camino está cubierto de nieve y estas marcas señalan la ruta

Pamplona vaciá
Cada mañana despertaba a las 6:30am, antes de la salida del sol. O más bien me despertaban los otros peregrinos que comenzaban ruidosamente a prepararse para comenzar la caminata del día. Guardaba mi saco de dormir, empacaba la mochila y salía del albergue con las primeras luces del día. En los pueblos o albergues donde había un café o un bar, me tomaba un espreso y un croissant y empezaba a caminar. Por lo general oía música en mi iPod o escuchaba programas de ciencia que tenía grabados. Lo veía como una forma de aprovechar el tiempo mientras andaba. En ese segundo día llegué a Pamplona a la hora de la comida y me encontré con una ciudad vacía, con todos los comercios cerrados por ser Semana Santa. Me paré en el Parque de la Ciudadela para comer algo y al volver a caminar sentí un dolor muy intenso en el Tendón de Aquiles de mi pie derecho. Ese dolor, y las ampollas en el otro pie continuaron molestándome durante el resto del trayecto y se volvieron un problema grave. Ahora reconozco que los tenis de Trekking que llevaba no eran la mejor opción para ese recorrido y terminé enviándolos por correo a México algunos días después. El resto de la travesía lo hice con mis tenis de correr.
Típico pueblo de Navarra
Señalando el camino

Mi mochila, con la vieira
Típica vista en el camino
Monumento al peregrino
Pasando Pamplona el camino se convirtió en un subir y bajar por la meseta que cubre esa zona de Navarra. Era de llamar la atención que casi todo el campo que potencialmente podía ser cultivado estaba sembrado y no se desaprovechaba ni una hectárea. Constantemente alcanzaba a ver en el horizonte enormes turbinas de viento de más de 100 metros de altura, como reguiletes gigantes. Algunas horas más tarde ya los había dejado atrás. Pasé las siguientes noches en Cizur Menor, Ayegui y Viana, caminando rodeado de varias personas por las mañanas y andando solo por las tardes. Por lo general llegaba a los albergues entre las siete y ocho de la tarde con tiempo justo para bañarme, lavar la ropa, cenar algo rápido e irme a acostar antes de que apagaran las luces a las diez de la noche. Una mañana todavía en Navarra pasé junto a las bodegas Irache donde conocí la famosa la “Fuente de Vino”. En un muro de la Bodega hay un grifo de donde sale vino tinto y los peregrinos son bienvenidos a llenar sus botellas sin ningún costo.
Turbinas de viento

Iglesia Templaria
Fuente de Vino en Bodegas Irache

Me es difícil explicar cómo es posible que caminar decenas de kilómetros al día durante ocho o diez horas, sabiendo que al día siguiente me esperará exactamente lo mismo, sea una de las mejores experiencias de mi vida. Pienso que hay algo reconfortante y terapéutico en andar durante tanto tiempo, con un objetivo claro cada día y sabiendo que cada paso me acerca un poco más a mi meta. El medio se convierte en el fin, el camino se vuelve el destino.

Al llegar a Viana había recorrido 169.7 kilómetros y dado 251,745 pasos pero mis pies se encontraban en muy mal estado entre las ampollas y la tendinitis. Si quería terminar el Camino, pero sobre todo disfrutar la aventura, tendría que ser proactivo tomar una decisión de inmediato.


Viana

Camino de Santiago (Primera parte)


Comencé a viajar solo cuando tenía 14 años. Durante las siguientes dos décadas he tenido el privilegio de viajar a los lugares más remotos del planeta y de vivir aventuras y experiencias que pocas personas han tenido la oportunidad de sentir. Pero puedo decir sin dudarlo que el haber recorrido el Camino de Santiago hace unas semanas es una de las más enriquecedoras de todas.

"Camino de Santiago" es el nombre que se le da a varias rutas de peregrinos en Europa que convergen en Santiago de Compostela, en Galicia, al noroeste de España. Existe un Camino Portugués, que va desde Lisboa y otros que inician del oeste de España, pero el más recorrido es el Camino Francés. Es el que yo decidí andar. El motivo de que la peregrinación termine en esa ciudad es que la tradición católica considera que los restos del apóstol Santiago (en inglés St. James y en francés St. Jean, pero todos vienen del hebreo San Ya'akov) fueron llevados a la Península Ibérica tras su muerte y depositados en Santiago de Compostela. Esta peregrinación se realiza desde la Edad Media, con la creencia de que se obtendrían indulgencias al completar el camino. El punto de inicio del Camino Francés no está bien definido. Hay unos pocos valientes que lo hacen desde Paris, otros desde Burdeos y algunos desde St. Jean Pied de Port (más de 800 km por recorrer) en los Pirineos. La mayoría de las personas que recorre el Camino Francés lo hace desde Roncesvalles, en Navarra, pero la tradición señala que para que se tengan los méritos y se considere una peregrinación se deben recorrer por lo menos 100km a pie o a caballo o 200km en bicicleta. En la Edad Media el Camino implicaba muchos riesgos de asaltos y de sufrir enfermedades y los Reyes Católicos se dedicaron a construir un sistema de hospitales para recibir a los viajeros durante su peregrinación. Ahora, hay un sistema de hostales municipales, parroquiales y privados que reciben a los peregrinos por algunos Euros y los más de 800km del Camino Francés están divididos en 34 etapas en las que se camina al día 24km en promedio. Sumándole algunos días de descanso, el tiempo que normalmente se lleva recorrer el Camino Francés es de unas 6 semanas. Los peregrinos inician su camino cualquier día del año pero por razones obvias hay mucha más gente recorriéndolo durante el verano.

Amanecer sobre el Océano Atlántico
En 2004 mis papás recorrieron el Camino de Santiago en bicicleta iniciando en Roncesvalles y desde entonces me nació el deseo de poderlo recorrer algún día a pie. Lo atractivo para mi no era la parte religiosa-espiritual, ya que no sigo esa religión ni ninguna otra. Era más bien el caminar durante semanas y disfrutando de paisajes maravillosos. Digamos que lo veía como una forma de terapia, una manera de regresar a lo más básico: caminar. Por varios motivos, fueron pasando los años y este viaje se quedó guardado en el cajón de los proyectos por realizar. Pero nunca lo olvidé por completo y por eso leí varios libros con relatos de personas que lo recorrieron. Hace dos años compré mi guía con toda la información de cada etapa del Camino Francés (la recomiendo ampliamente http://amzn.com/1844096246). Fue hasta finales de marzo de este año que por fin me decidí a poner una fecha de salida e inicié con los últimos preparativos. Compré mi boleto de avión, el de tren e hice una sola reservación para un albergue en el punto de inicio porque el espacio suele ser limitado. Hice una lista de las cosas que consideraba que me  eran esenciales ya que todo lo tendría que cargar durante los cientos de kilómetros dentro de mi mochila. Con mucha emoción y aún más incertidumbre me subí al avión en el que dejaba México con rumbo a Paris. Llegué al aeropuerto Charles de Gaulle muy temprano el 15 de Abril y tras una breve espera de menos de dos horas tomé un tren rápido desde ese mismo aeropuerto con destino a Burdeos. Ahí cambié de tren para dirigirme a Bayonne, que queda muy cerca de Biarritz. Bajando del tren me di cuenta que la gente que esperaba en la estación no eran los típicos turistas. Eran peregrinos con mochilas y bastones, gente de todas las edades listos para iniciar la aventura-peregrinación (después pude ver que la mayoría de la gente recorriendo el camino de Santiago eran personas de 20 a 35 años y de 55 en adelante). Debido a fuertes lluvias de días anteriores las vías de tren hacia St. Jean Pied de Port estaban cubiertas por aludes y tuve que hacer la última parte del trayecto en autobús. En menos de 24 horas recorrí 9,000km en avión, 800km en tren y 50km en autobús. Un buen inicio.
Aeropuerto Charles de Gaulle, Paris
Aeropuerto Charles de Gaulle, Paris
Estación de trenes en el aeropuerto Charles de Gaulle, Paris

El tren a Burdeos
Estación de tren en Burdeos
Marca de la ruta en St. Jean Pied de Port
St. Jean Pied de Port es un pequeño pueblo medieval en los Pirineos. Su nombre en español literalmente quiere decir san Juan al pie del paso, refiriéndose al paso entre las montañas. Caminé desde la parada de autobús hasta el Albergue en el que había reservado mi lugar para pasar la noche y dejé mi mochila. Ya era tarde y me dirigí a la oficina de peregrinos. En una larga mesa habían cinco voluntarios, "amigos" del Camino de Santiago, que recibían a los peregrinos. Al llegar mi turno, me dirigieron con uno de los voluntarios que me pidió que llenara un breve formato con mi nombre, ciudadanía y motivo por el que recorrería el camino. De las tres opciones, religioso, cultural o deportivo, marqué las dos últimas. La señora sacó una Credencial, una larga hoja doblada como acordeón que me identificaría como peregrino y me daría acceso a los albergues en la ruta. En ella iría acumulando sellos de los lugares donde pasara y en Santiago la mostraría como prueba de mi recorrido para obtener la Compostela o certificado. Llenó mis datos en la credencial y me puso mi primer sello, escribiendo a mano la fecha y su firma. También me pidió un donativo de 2. Junto con la credencial me entregó una vieira (concha) que sirve para identificar a los peregrinos y que posteriormente coloqué en mi mochila. Estas vieiras abundan en Galicia y antiguamente las personas que llegaban hasta Santiago de Compostela se las llevaban de regreso como símbolo de su peregrinación. La imagen de la vieira se ha convertido en el símbolo del camino y es usada para marcar la ruta. Finalmente, la voluntaria me dijo que el camino por los Pirineos llega a ser peligroso por las nevadas y lluvia, y por las tormentas en primavera que han hecho que muchos peregrinos mueran antes de cumplir la primera etapa. Pero también me dijo que tenía mucha suerte ya que en los siguientes días no se esperaba nada de precipitación y cielo estaría completamente despejado. Sin duda un gran inicio. Le agradecí su ayuda y antes de salir de la oficina me dijo las dos palabras que llegaría a escuchar y a decir decenas de veces cada día: ¡Buen Camino!
Calle principal de St. Jean Pied de Port
Mapa de la parte inicial del Camino Francés
Atardecer en St. Jean Pied de Port

Cené algo muy ligero y empecé a sentir el cansancio acumulado del viaje desde México. Cuando regresé al albergue, las otras nueve camas de la habitación ya estaban ocupadas y me dormí en cuanto mi cabeza tocó la almohada. A la mañana siguiente me despertó el ruido de las otras personas preparándose para partir. Eran las seis y media de la madrugada. Guardé mis cosas en la mochila y bajé al pequeño comedor del albergue donde nos ofrecieron café y pan. Salí a la calle cuando el sol aún no había salido por el horizonte pero el cielo estaba aclarando. Se sentía frío, tal vez unos 6 u 8 grados aunque una buena temperatura para caminar. Era 16 de Abril y comenzaba el Camino de Santiago. 
16 de Abril, 7:00am

Cuatro meses después, un nuevo proyecto: el Camino de Santiago.

A mediados de Noviembre del año pasado partí hacia Nepal con mi bicicleta para realizar un recorrido desde la frontera con China y hasta la frontera con India. Estaba en un proceso de recuperación física después de los fuertes problemas de salud que tuve durante el intento de circunnavegación, tratando de recuperar mi confianza. Pero también intentaba cumplir una promesa que me había hecho meses antes cuando escalaba en los Himalaya: si lograba el doble ascenso al Everest, iría a visitar el lugar de nacimiento del Buda Shakiamuni en Lumbini, Nepal.

Carreteras de Nepal
Comencé el recorrido en Kodari, justo en la frontera con China y rodé hasta Katmandú. Luego continué hacia el Oeste donde encontré un pueblo mágico en las montañas llamado Bandipur. En Pokhara pasé unos días realizando vuelos en parapente y me dirigí hacia el sur hasta llegar a Lumbini. Me dio gran satisfacción visitar por fin este conjunto de templos budistas de todo el mundo, que rodean un pequeño lago con una isla al centro y donde está el templo de Nanda Devi que marca el punto exacto que la tradición reconoce como el lugar de nacimiento del Buda. Cumplí mi promesa.


La bici con la que hice el recorrido en Nepal
Regresé a México con mi confianza renovada y durante casi cuatro meses me preparé para el Ironman Los Cabos el 30 de Marzo de este año. Es un triatlón que consiste en nadar 3.8 km, recorrer 180km en bicicleta, y correr 42km. Todo en el mismo día. Participé en esta prueba también en 2013 y, aunque al terminar en aquella ocasión me dije que nunca más lo volvería a hacer, me inscribí de nuevo y comencé a entrenar. Mi rutina se volvió de 3-4 horas de entrenamiento diario entre semana (además de mi trabajo, por supuesto), con entrenamientos mucho más largos en los fines de semana. El Ironman se volvió un estilo de vida.

Ironman Los Cabos
Los días previos al Ironman Los Cabos sentí el nerviosismo normal de antes de estos eventos, pero también me sentía con mucha más confianza que el año anterior. El 30 de Marzo comenzó la prueba con un arranque masivo en la playa Palmilla a las 7:00am, con cerca de 1,100 atletas participando. Logré nadar en 8 minutos menos que el año anterior. El recorrido en bicicleta fue de tres vueltas de 60km sobre la Carretera Transpeninsular entre San José del Cabo y Cabo San Lucas. Mucho sol, mucho calor, bastantes subidas, pero afortunadamente poco viento. Aquí bajé otros 6 minutos. Finalmente, la parte de correr fue de tres vueltas de 14km a lo largo de San José. El apoyo de los voluntarios y de la gente que salió a animarnos hizo toda la diferencia. Terminé después del atardecer y crucé la meta 25 minutos más rápido que el año pasado. Al cruzar la meta, escuché que en los altavoces dijeron: “David Liaño, ¡eres un Ironman!”. Hacen esto con todos los competidores, desde el primer lugar hasta el último que cruza la meta. 

Meta

La siguiente aventura la tengo pendiente desde hace ya muchos años e iniciará en poco tiempo: recorrer a pie el Camino de Santiago en España. Este es el nombre genérico de varias rutas de peregrinos que inician en diferentes países de Europa pero terminan en Santiago de Compostela, en Galicia. Yo estaré siguiendo el Camino Francés que comienza en St. Jean Pied de Port en Francia y que mide aproximadamente 800km (de ser posible, me gustaría continuar caminando hasta Finisterre). Es común que la gente se tome cinco o seis semanas en completar este recorrido pero yo tengo planeado hacerlo en poco menos de dos semanas, caminando en promedio 50km por día. Sobra decir que no lo haré por motivos religiosos (no sigo ninguna religión). La gente que hace esta travesía por lo general trata de darle un toque místico y espiritual. Esa parte no me interesa. Simplemente lo hago por vivir una experiencia personal y por el placer de caminar cientos de kilómetros. No necesito otra razón.

Un mes después, en busca de nuevas aventuras.


Gracias por la paciencia. Ha pasado casi un mes desde que regresé de emergencia a Acapulco durante el intento de circunnavegación. Durante ese tiempo he tenido oportunidad de meditar sobre lo ocurrido en los últimos días del viaje y en los días siguientes.

Eran alrededor de las ocho de la noche de ese 17 de octubre cuando logré ver las primeras luces de la costa de Guerrero y en específico el resplandor del puerto de Acapulco. El dolor y la incomodidad en el abdomen que inició una semana antes continuaba tan intenso como en el peor momento pero sentía un gran alivio en pensar que en pocas horas estaría en tierra, recibiendo atención médica e incluso si tuviera una insuficiencia renal tendría bajo cuidado. Las horas pasaban lentas pero finalmente el Champ llegó a la entrada de la bahía de Acapulco. Eran las 2:30 de la mañana del 18 de octubre y gracias a la luna llena fue más fácil la entrada al Club de Yates pero no dejó de ser peligroso el esquivar los barcos que se encontraban fondeados afuera. Lo último que necesitaba era tener una colisión en la oscuridad. En el muelle se encontraban Ricardo y Lulú, quienes me ayudaron con las amarras para dejar asegurado al Champ. Tardamos menos de cinco minutos en asegurar el velero, cerrar las escotillas y dirigirnos hacia el Hospital Magallanes a través de un Acapulco completamente vacío.

En el hospital ya me esperaban y el urólogo que posteriormente me atendió ya había dejado instrucciones para que me atendieran. Me pasaron a la sala de urgencias y de inmediato me colocaron un catéter en la muñeca en donde me pasaron un litro de suero y las medicinas para el dolor de abdomen que ansiaba desde hace días. Tan solo media hora después de que me ingresaron ya sentía una mejora significativa. Luego siguieron varios estudios durante la noche incluyendo radiografías (para descartar otro cálculo en el riñón), análisis de sangre (en donde se reflejaba que tan bien estaban trabajando los riñones), análisis de orina y finalmente un ultrasonido. Mientras ocurría todo esto recibía a través del catéter una cantidad considerable de medicamentos, y por fin recibí un diurético y un dilatador de vías urinarias. No me explico cómo pude pasar toda una semana en la que tomaba por lo menos tres litros de agua al día sin haber orinado una décima parte de eso. Pero al momento que surtieron efecto el diurético y el dilatador comenzaron a salir lo que me parecieron todos los litros acumulados. Pasé el resto de la madrugada en una oscura y vacía sala de urgencias acostado en una camilla, completamente agotado pero sin poder dormir.




Alrededor de las ocho de la mañana llegó el urólogo y tras hacerme una revisión y estudiar todos los análisis determinó lo siguiente:

Por mi historial de cálculos en los riñones de tantos años, piensa que mientras navegaba tuve una piedrita que me provocó una infección en ambos riñones. En el ultrasonido se observaban los riñones bastante inflamados. El haber tomado los antibióticos me ayudó a controlar la infección pero también me provocó una gastritis severa que agravó los síntomas. Afortunadamente no parecía haber daño permanente en los riñones y funcionaban normalmente.

Tras varias horas más recibiendo medicamentos fui dado de alta alrededor de las 11:00am y salí del hospital no sin antes llevarme recetas para los cuatro medicamentos, incluyendo un antibiótico diferente, que tendría que tomar en los siguientes días.

Regresé a la Ciudad de México sintiéndome adolorido y apaleado. Aunque mi ánimo era bueno, tenía la sensación de haber sido parte de una pelea en la que no necesariamente salí ganando. En cualquier otra ocasión hubiera empezado a hacer ejercicio de nuevo casi de inmediato pero me sentía tan dañado que pasaron casi dos semanas para que empezara de nuevo a correr y a andar en bicicleta. Visité a mi neurólogo y me mandó a hacer una tomografía en la que confirmó que no hubo daño permanente en los riñones, lo que me dio mucha tranquilidad. Pero en el fondo sabía que no intentaría en las próximas semanas volver a salir para un nuevo intento. Por este año no habría circunnavegación. Me reincorporé de lleno a mi trabajo, tratando de compensar el tiempo que estuve fuera.

A pesar de que llegué a recuperarme físicamente y de estar completamente convencido de haber tomado la decisión adecuada, la de regresar a buscar atención médica de inmediata, sentía una especie de vacío que pronto identifiqué como algo alarmante: no tenía enfrente ninguna meta que me estuviera motivando. Durante cinco años y tres intentos estuve luchando por lograr el histórico doble ascenso al Everest. También durante dos años y medio estuve planeando la circunnavegación. Pero por primera vez en mucho tiempo me encontraba sin un objetivo real. Entonces decidí comenzar a planear una travesía en bicicleta en solitario (siendo autosuficiente y sin apoyo) través de Nepal en la que recorrería la parte central de ese país, desde la frontera con Tíbet y hasta la frontera con India, regresando a Katmandú en bicicleta. Además, pasaría 4 días en Pokhara volando en parapente en los Himalayas y tomando mi curso de vuelo tándem (para poder llevar pasajeros). Comencé a conseguir mapas, a analizar rutas y distancias y armé mi plan. Ya tengo un nuevo objetivo.

A finales de Noviembre estaré volando hacia Nepal para iniciar este recorrido en el que sí habrá un reto físico (son 850km en partes de los Himalaya) pero en el que también tendré oportunidad de apreciar por primera vez la diversidad cultural de Nepal a pesar de haber estado en ese país durante una docena de veces. Estaré escribiendo todos los días durante el recorrido y compartiendo fotografías para compartir esta extraordinaria experiencia como si la estuvieran viviendo conmigo.