-Día 3 - del Campamento 3 a la Cima y de regreso al Campamento Base

El sol se metió detrás de las montañas la tarde del 16 de Noviembre y en su
lugar salió la luna casi llena. Tshering Dorjee Sherpa y yo nos
encontrábamos en el Campamento 3 del Ama Dablam a 6,300 metros de altura en
una tienda de campaña que estaba medio destruida pero que nos proporcionaba
refugio del viento helado. Sin el viento, la temperatura dentro de la tienda
de campaña no era tan baja, tal vez de unos 10 grados bajo cero. Sin
embargo, afuera de la tienda se desataba un huracán que doblaba nuestra
tienda y las paredes llegaban a tocar nuestra cara aunque estábamos
acostados, el toldo desgarrado de la tienda papaloteaba permanentemente con
el viento y el hielo sobre el que estábamos tendidos vibraba con la fuerza
del viento. No dormí ni un minuto esa noche, y subir a la cima pasó a ser la
última de mis preocupaciones. Era evidente que en esas condiciones sería
extremadamente peligroso intentar el ascenso y mi mente empezó a
obsesionarse con varias cosas. Pensaba en lo que tenía que hacer en caso de
que también se rasgara el cuerpo de la tienda, de cómo haríamos para
descender sin que el viento nos tirara. Aunque las probabilidades de que
esto pasara eran muy bajas, en la noche la mente da rienda suelta a este
tipo de pensamientos.
Originalmente, teníamos planeado iniciar el ascenso final a la cima
alrededor de las las 4:30 de la mañana. Sin embargo, a esa hora el viento
seguía igual de intenso y sin la ayuda del sol para calentarnos sería
imposible ascender. A las seis, vimos las primeras señales del amanecer y el
viento había perdido un poco de su fuerza, por lo que a través del radio
avisamos al campamento base que nos comenzábamos a preparar para subir. Me
vestí con todas las chamarras, calcetines, pantalones, guantes y en general
con toda ropa que traía, como si estuviera yendo a un 8,000 en primavera y
para las siete de la mañana ya íbamos escalando el glaciar hacia la cumbre.
El día estaba despejado de nubes y la ruta estaba perfectamente trazada.
Aunque escalar 500 metros a la cumbre no suena mucho, se vuelve complicado
cuando la ruta es principalmente de hielo como en esta ocasión ya que hay
que patear fuertemente cada vez para que se sujeten los crampones. También,
y a diferencia de otras montañas, desde el inicio vimos la cima y nuestro
objetivo era muy claro. El viento seguía golpeándonos con bastante
intensidad pero al seguir moviéndonos constantemente, generábamos calor y
nos fue posible seguir adelante. Finalmente, a unos metros de la cumbre
apareció una grieta que teníamos que cruzar. Tenía tal vez un metro de
ancho, pero aproximadamente un metro y medio de altura. Tshering saltó
primero y se sujetó bien a la cuerda. Tomé un paso de vuelo y con lo que me
quedaba de fuerza me lancé hasta el otro lado, quedándome sujetado por el
ascensor. ¡Lo habíamos logrado y estábamos en la cima!
La cumbre del Ama Dablam es plana, aproximadamente del tamaño de una cancha
de tenis y desde arriba, a 6,814 metros se alcanzaba a ver el Everest,
Lhotse, Cho-Oyu, Shishapangma, Kanchenjunga y Makalu, todas montañas de más
de 8,000 metros de altura. Sin embargo, entre la cima donde nos
encontrábamos y el Makalu alcancé a ver el Baruntse, montaña donde murió y
aún permanece el cuerpo de Chhewang Nima Sherpa. Por el radio avisamos al
campamento base que habíamos llegado e intercambié algunas palabras de
felicitación con mi papá. Era un éxito para todos.
Tan solo pasamos en la cima el tiempo suficiente para tomar unas fotos,
apreciar la vista y tomar algo de agua e iniciamos nuestro descenso a medio
día. Aquí hay que resaltar que la tienda que usamos en el Campamento 3 era
prestada y sería ocupada ese día, nos saltamos el Campamento 2 y no teníamos
nada de equipo ahí y finalmente, en el Campamento 1 ya no teníamos tienda de
campaña. Todo esto se resumía en que ese mismo día tendríamos que bajar más
de 2,000 metros hasta el Campamento Base.
La parte más fácil del descenso fue la de la cima al Campamento 3 ya que
casi no llevábamos nada en las mochilas y bajamos rapeleando. A nuestra
llegada a ese campamento, ya se encontraban ahí los dueños de la tienda por
lo que empacamos nuestro equipo lo más rápido posible y continuamos el
descenso con las mochilas llenas. Subir por el filo de roca y hielo fue
difícil y requirió toda nuestra concentración pero en esta ocasión, cansados
por el ascenso y por no dormir, descender fue doblemente difícil. Para
cuando llegamos al Campamento 2, eran las 4pm y el sol nos daba sus últimos
minutos de luz. Aún faltaba descender la Torre Gris y Torre Amarilla y
aunque a partir de ese momento ya no usaríamos los crampones y sería más
fácil caminar en la roca, tendríamos que cargarlos en la mochila.
A la mitad de camino entre los Campamentos 1 y 2 tuvimos que sacar nuestras
lámparas y continuar el descenso por la roca en la oscuridad. Cerca de las
8pm llegamos al Campamento 1. Desde la mañana nos habíamos coordinado para
que Mingma Sherpa, quien había descendido con mi papá, subiera hasta el
primer Campamento al mismo tiempo que nosotros llegábamos de bajada nos
ayudara a cargar parte del equipo que traíamos. Esto fue un gran apoyo y
aunque estábamos completamente agotados por el ascenso y descenso, nos
permitió continuar, ahora a los tres, bajando hasta la base. Este último
recorrido ya no iba pensando en lo que hacía y descender se convirtió en
algo mecánico. Tan sólo ponía un pie enfrente del otro y seguía el camino
que habían trazado cientos de alpinistas antes que yo. De pronto, nos
encontramos en el camino, ya casi llegando al Campamento Base, a mi papá que
nos fue a recibir y a llevar Coca-Colas. Nunca me supo mejor un refresco.
Ya en el campamento, me metí a nuestra tienda de campaña, cerré los ojos y
me quedé dormido con los tenis puestos, la lámpara en la cabeza y fuera de
mi sleeping bag pero feliz de haber logrado algo que tan sólo 24 horas antes
me había parecido imposible.