Tres meses después de mi accidente en los Himalaya

El 16 de Noviembre de 2014, hace prácticamente tres meses, tuve un fuerte accidente al tratar de hacer un despegue en una región remota de los Himalaya en Nepal. Me encontraba en el valle de Rolwaling a unos 5,000 metros de altura acompañado de Tshering Dorjee Sherpa. Estábamos en la ladera de una montaña, cientos de metros sobre una pequeña población y rodeados por enormes picos cubiertos por glaciares.

Lo que recuerdo de este evento es haber preparado mi parapente sobre la ladera, haberme conectado y revisado mi equipo, confirmar que el viento era constante y de una dirección correcta, levantar el parapente, comenzar a correr y… no recuerdo nada más. Algo salió mal y estuve inconsciente alrededor de 10 minutos.


Días antes había volado a Katmandú desde México y tras un par de días finalizando toda la parte burocrática y de permisos, volé junto con Tshering a Lukla. Con él he realizado expediciones al Everest en 2005, Ama Dablam, Island Peak y Lobuche. Desde Lukla, nuestra puerta de entrada a los Himalaya, caminamos varios días a lo largo del valle del Khumbu que en su parte más alta llega a la base del Monte Everest. En Namche tomamos una ruta diferente que nos llevó hacia el Este pasando por Thamo, Thame y Thyangbo. El punto más alto que al alcanzamos fue el paso Tashi Lapcha a 5,755m y empezamos a descender hacia el valle de Rolwaling, que es mucho menos visitado que el Khumbu. Por esta razón es que aún quedan ahí picos oficialmente “vírgenes”, sin ascensos y nuestro objetivo era tratar de escalar el Omi Tso Go, Yalung-ri y Bedding Go. Fue una gran experiencia caminar por los interminables glaciares de Rolwaling durante varios días hasta llegar a una pequeñísima población llamada Na, cerca del medio día del 15 de Noviembre.

Junto con mi equipo llevaba un parapente nuevo, un Alpina 2 de Ozone diseñado para vuelos cross country y hecho de un material muy ligero. La tarde del 15 de Noviembre, tras haber instalado nuestras tiendas de campaña en Na, salí con Tshering a un llano junto a un río para practicar el manejo y control de este nuevo parapente. A demás de tener características muy particulares durante el vuelo, también tiene un desempeño diferente al momento de despegar por ser de un material tan ligero. Por la densidad del aire hay una gran diferencia entre un despegue a nivel del mar y un despegue a más de 5,000 metros de altura. Ahí el aire es la mitad de denso. Durante casi una hora aproveché el buen viento para familiarizarme con el manejo del parapente y satisfecho, empaqué mi equipo.

Recuerdo esa noche como la mejor del viaje, cenando Dal Bhat (arroz con lentejas, el plato tradicional de Nepal) con los porteadores que nos acompañaron durante el camino y que iniciarían en regreso a Namche la madrugada siguiente.

El 16 de Noviembre era nuestro primer día de “descanso” y planeé hacer un vuelo corto en parapente después del desayuno. Cargando la mochila del parapente, caminé junto con Tshering durante casi una hora hasta llegar al punto que había elegido para despegar.


Abrí los ojos con la sensación de haber despertado de un largo sueño. Todo era confusión y no tenía ningún pensamiento claro. Enfrente de mi veía las montañas nevadas y muy lejos y algunas casas de piedra. Estaba recostado sobre mi arnés de vuelo y sentía la cara adormecida. A mi izquierda estaba Tshering tratando de organizar el parapente y las líneas. Le pregunté en inglés “¿Tshering, dónde estamos?” Me contestó: “Na”. El nombre no significaba nada para mi. “¿Qué estamos escalando?” “Escalando no. Volando pero te caíste”. No me hacía sentido lo que me decía. “¿Pero dónde estamos?”. “En Na” y me señalaba hacia las casas. Luego se acercó y empezó a limpiarme la cara que tenía cubierta de sangre. Vi mis lentes completamente destrozados junto a mi y el casco raspado. Una y otra vez le hice las mismas preguntas a Tshering y tras un cuarto de hora comenzaba a comprender que había tenido un accidente al despegar y que había estado inconsciente durante 10 minutos. Yo no tenía ningún recuerdo de eso. Sólo de iniciar a correr para despegar.

Poco a poco empecé a darme cuenta de la magnitud del accidente. Con la cámara del celular vi que tenía dos cortes profundos en la cara. Uno en el párpado inferior del ojo derecho y otro sobre la ceja izquierda. Todo el lado derecho de mi cara estaba raspado fuertemente y las heridas y mi nariz no dejaban de sangrar. Afortunadamente no perdí ningún diente. Tenía un golpe fuerte y una herida en el hombro izquierdo y mi chamarra estaba destrozada en esa zona. En la cara no sentía dolor pero sí me dolía el muslo de la pierna derecha aunque la podía apoyar.

Tshering terminó de guardar el parapente y el arnés en la mochila, se la echó al hombro y comenzamos a caminar muy despacio hacia Na. Hasta entonces me di cuenta de lo afortunado que había sido, ya que había un precipicio de unos 50 metros de altura a menos de diez metros de donde fui a parar. No me quiero imaginar lo que hubiera sucedido de haber tratado de despegar unos metros adelante.

Habremos tardado cerca de una hora en regresar a Na y a nuestras tiendas de campaña. Era alrededor de la 1:30pm. Me consiguió Tshering un espejo y con mi botiquín de primeros auxilios comencé a limpiar mis heridas. El corte del párpado derecho era muy profundo. Mi plan era limpiar las heridas lo mejor posible, cerrarlas con cinta, esperar un par de días en el campamento recuperándome y posteriormente analizar la posibilidad de continuar escalando según lo programado. Pero comencé a sentirme mareado al estar sentado dentro de mi tienda de campaña. Analizando lo que sucedió, el golpe en la cabeza, el haber perdido el conocimiento y estar con mareo a 5,000 metros de altura, me di cuenta que era una mala decisión permanecer aislado en un lugar tan remoto y que sería más conservador regresar a Katmandú lo antes posible y confirmar que no tenía ningún daño mayor en el cráneo o cerebro.

Jiban Ghimire es el dueño de Shangri-la Treks and Expeditions, con él he realizado muchas de las expediciones a los Himalaya y a lo largo de más de diez años hemos llegado a tener una buena amistad. Fue él quien desde Katmandú coordinó que llegara a Na un helicóptero alrededor de las 4:00pm. La alternativa hubiera sido caminar durante varios días por el valle de Rolwaling hasta donde los caminos de terracería permiten la entrada de vehículos 4 x 4.

Una vez aterrizados en Katmandú nos dirigimos al hospital Norvic donde me recibieron de inmediato en la sala de urgencias. Este hospital es de lo mejor de Nepal pero incluso ser atendido ahí se siente como toda una aventura. En la camilla junto a la mía había un niño  que se había caído de un tercer piso, su cuerpo estaba destrozado y no paraba de gritar. Confieso que fue uno de esos momentos extraños en los que se llega a sentir gratitud al compararse con la desdicha de los demás. Tras una evaluación general, me mandaron a sacar una tomografía y una radiografía de tórax. Me sacaron sangre y la mandaron al laboratorio. Afortunadamente en la tomografía no se veían fracturas ni lesiones mayores pero al doctor le preocupaba las cortadas del ojo y de la ceja. Con el mayor cuidado colocó las puntadas mientras yo tenía que mantener el ojo abierto, viendo como pasaba la aguja por el párpado. Dejé el hospital cerca de las once de la noche, más de doce horas después del accidente.

Los siguientes días fueron particularmente incómodos. El músculo de mi muslo derecho estaba muy dañado y deformado. Me costaba trabajo caminar. El párpado del ojo derecho no cerraba por completo y se me secaba el ojo. Empecé a sentir dolor en la cara. Junto con Tshering visité un templo budista en la zona de Boudhanath para hacer una ofrenda por él. Lo había hecho pasar una experiencia angustiante y esa ofrenda era una manera de
corresponderle su extraordinaria ayuda. Luego me llevó con un lama importante para que me soplara en la cara y con eso ayudarme a sanar más pronto.

Cinco días pasé en Katmandú en los que al principio se veían más impactantes las lesiones pero que poco a poco comenzaron a mejorar. El viernes 21 de Noviembre por la noche, según las instrucciones del doctor, regresé al hospital para que me retiraran las suturas. A la mañana siguiente tomé un avión hacia Pokhara el principal sitio de vuelo en Nepal y volví a volar en parapente desde Sarangkot.

El accidente fue sin duda una experiencia dolorosa y que pudo haber terminado mucho peor. Pero conozco los riesgos de las actividades que realizo y trato de minimizar al máximo la parte del riesgo que es “controlable”. Sería muy fácil que después de pasar por una mala experiencia como esta decidiera nunca más volver a volar y que me dominara el miedo. Si comenzara a limitar mi vida de esa manera, cada vez dejaría de hacer más y más cosas que tanta felicidad y satisfacción me dan. Como lo he comentado en repetidas ocasiones, a lo que verdaderamente le tengo miedo es a tener una vida ordinaria, sin retos ni experiencias.

En estos tres meses he volado más de 60 horas, incluso participando en una competencia de parapente en Valle de Bravo. He escalado montañas y cascadas congeladas, y he corrido cerca de 500km entrenando para dos maratones en los que próximamente estaré participando en dos continentes diferentes. Todo apunta a que en unos meses vendrá una nueva expedición de montañismo, un Ironman y una aventura de miles de kilómetros en motocicleta. Más que detenerme, el accidente me sirvió para darme cuenta de lo mucho que aún tengo por hacer y a tratar de hacerlo de la manera más segura posible. Mi mente está llena de sueños y proyectos. Mi vida está mejor que nunca.