Dos días caminando a Namche.


Sonó el despertador a las cinco de la mañana pero ya llevaba un rato despierto. Ya había dejado todas las maletas preparadas y algunos minutos después ya íbamos rumbo al aeropuerto para nuestro vuelo a los Himalaya. En Katmandú están separadas las terminales para vuelos nacionales y los internacionales pero son tan diferentes que parecería que están en países diferentes. Había ya una larga fila para entrar a la terminal nacional y Tshering y Mingma ya nos estaban esperando. Como todo lo demás en Nepal, la terminal nacional es un caos que de alguna manera funciona a la perfección. Para documentar las maletas para el vuelo es mejor no meterse y dejar que los sherpas se encarguen.

La pequeña avioneta de Tara Air despegó a tiempo a las 6:30 de la mañana justo cuando comenzaba a salir el sol en el valle de Katmandú. La avioneta tiene solo dos asientos por fila y nos sentamos hasta adelante, Ricardo del lado izquierdo con toda al vista a los Himalaya y yo del lado derecho donde podía ver al piloto y copiloto volar por la cabina abierta. El aterrizaje en Lukla nunca deja de ser emocionante con esa pista tan corta y con bastante inclinación. Me sorprendió que hacía mucho más frío de lo que esperaba y nos comentan que esta temporada ha sido más fría de lo normal.

Desayunamos en Lukla y comenzamos nuestra marcha por el valle del Khumbu. En ese primer día caminamos paralelamente al Dhud Kosi, el río de aguas blancas que baja por el valle. Después de tres horas llegamos a Phakding donde paramos un rato a descansar y comimos Dhal Bhat. Cruzamos el río tres o cuatro veces por unos puentes colgantes. Finalmente nos paramos a dormir en Monjo que está a unos 3,000 metros de altura.

Pasamos una buena noche aunque despertamos temprano, todavía sin acostumbrarnos al horario. En Jorsale está la entrada al Parque Nacional de Sagarmatha y nos registramos con nuestros permisos de escalar y pagamos una cuota de entrada al parque de 3,000 rupias cada uno (500 pesos aproximadamente). Nuevamente el camino nos llevó a lo largo del río hasta que cruzamos el último puente e iniciamos la subida a Namche. Es un ascenso de unos 600 metros a lo largo de un camino que zigzaguea por el bosque. Nos encontramos de tráfico de bajada de gente y de yaks. A la mitad del camino hicimos una breve parada para tomar agua y descansar un poco y continuamos sin parar hasta Namche.

Esta pequeña población ha crecido impresionantemente en la última década y tan solo en año y medio hay cinco o seis grandes edificios que son nuevos para mi. Nos quedamos en el Panorama Lodge donde Lakpa Doma y Sherab, los dueños, nos reconocieron de inmediato. Tuvimos que cumplir un requisito más de la burocracia Nepalí y pasamos a la oficina del SPCC (Sagarmatha Polution Controll Committee) a registrar los permisos de escalar de las dos montañas. Regresamos al hotel a bañarnos y a quitarnos la ropa polvorienta de estos dos días y luego regresamos al pueblo a tomar un café y a saludar a los conocidos que hemos hecho después de pasar varias veces por aquí. 








Llegada a Katmandú, pero sin maletas


Después de varios días de viaje, tres escalas, miles de kilómetros recorridos y demasiadas horas sentados, llegamos a Katmandú el 21 de Noviembre a medio día. Desafortunadamente las que no llegaron fueron nuestras cinco maletas. Entre más conexiones se le agregan a un viaje existen mayores posibilidades de que se vaya quedando el equipaje por todos lados y en mi experiencia de viajes anteriores a Nepal, en una de cada tres expediciones no llegan todas las maletas.

Aterrizamos, pasamos por migración y, al no traer equipaje, salimos directamente al caos de Katmandú donde nos esperaba Jiban Ghimire, amigo de muchos años y dueño de la compañía que nos va a dar los servicios para esta expedición.

Tras registrarnos en el hotel y una comida típica Nepalí nos despedimos de Jiban y caminamos hasta Thamel que es una zona turística de Katmandú llena de restaurantes y pequeños comercios que venden todo tipo de artículos para acampar y escalar. Algo positivo de todo este asunto de las maletas perdidas es que Ricardo y yo tenemos un seguro de viaje que nos permite comprar hasta $300 dólares de ropa y artículos personales a cada uno en caso de que el equipaje se retrase y a eso nos dedicamos durante parte de la tarde. Después, por la diferencia de horario de casi doce horas empezamos a sentir que el sueño nos ganaba y nos fuimos al restaurante Fire & Ice a cenar una pasta y de regreso al hotel a dormir.

Siempre me preocupa que en la primera noche en Katmandú me despierte a la una o dos de la mañana por la diferencia de horarios pero afortunadamente los dos logramos dormir hasta pasadas las seis de la mañana. Nos despertamos con al buena noticia de que nuestras maletas estarían llegando ese mismo día. Jiban pasó por nosotros al hotel alrededor de las diez de la mañana y pasamos a un supermercado a comprar lo que comeremos durante los días que estemos acampando y escalando aunque la mayor parte del tiempo estaremos durmiendo en pequeños hoteles y casas de huéspedes. Luego nos dirigimos a casa de Jiban donde nos encontramos con Tshering y Mingma que son los Sherpas con los que estaremos escalando. A ambos los conozco desde hace ocho años y hemos escalado juntos varias veces en el Everest Norte y Sur, Ama Dablam, Lhotse y Cho-Oyu. La esposa de Jiban nos preparó una comida típica Nepalí de arroz con lentejas y verduras con curry.
 
Nos volvimos a meter en el tráfico de Katmandú ahora hacia el aeropuerto. Esta ciudad siempre ha sido complicada para manejar por la aparente falta de reglas que deriva en un caos ordenado. Las calles son diminutas y parece haber veinte motocicletas por cada coche. Pero ahora están tratando de ampliar varias calles de la ciudad por lo que hay escombro y terracería por todos lados y esto complica mucho más la situación. Sin embargo llegamos justo a tiempo al aeropuerto donde con gran gusto encontramos todas nuestras maletas. De las cinco que traemos, dos tienen ropa de viaje y las dejaremos en Katmandú, una es para el parapente y Ricardo y yo tenemos cada uno una maleta con nuestro equipo de escalar y ropa para el trayecto. Y aunque saliendo de México tratamos de dejar arreglado todo lo más posible, fue necesario pasar algunas horas reacomodando y separando lo que nos llevaremos y lo que se quedará. Mañana viernes 23 de Noviembre tomaremos la avioneta que nos llevará a Lukla y de regreso a los Himalaya.
Itinerario:

Fecha
Día
Actividad
Noviembre
19
1
MEX

20
2
En tránsito

21
3
Llegada a Katmandú

22
4
Katmandú

23
5
Volar a Lukla y dormir en Phakding

24
6
A Namche

25
7
A Deboche

26
8
A Pheriche

27
9
A Lobuje

28
10
Al Campamento 1 de Lobuje East (Ricardo a Gorak Shep)

29
11
Ascenso a la Cima de Lobuje East (Ricardo al Campamento Base del Everest)

30
12
Reencuentro en Lobuje
Diciembre
1
13
De Lobuje a Chhukung

2
14
De Chhukung al CB del Island Peak

3
15
Island Peak Campamento 1

4
16
Ascenso a la Cima del Island Peak, regreso al CB

5
17
A Namche

6
18
A Lukla

7
19
Vuelo a Katmandú

8
9
20
21
Katmandú
Regreso a México



Regresando a Nepal

Escribo esto a 40,000 pies de altura, en algún lugar del Pacífico norte mientras volamos de San Francisco hacia Tokio. Este es el segundo tramo de este viaje en el que continuaremos a Bangkok y finalmente a Katmandú. Y hablo en plural porque en el asiento de al lado, leyendo una revista, está Ricardo, mi papá.

Hace año y medio, regresando de mi última expedición al Everest veía muy remota la posibilidad de volver a Nepal a escalar debido a los continuos dolores de cabeza que tuve durante meses, como consecuencia de esa expedición. Con medicamentos y mucha paciencia, los dolores se volvieron más esporádicos hasta que desaparecieron completamente. En Agosto de este año tuve la oportunidad de que me revisaran en uno de los mejores hospitales del mundo y tanto el neurólogo como el cardiólogo que vi me confirmaron que podía volver a escalar a gran altura sin peligros adicionales para mi salud. De inmediato comencé a hacer planes para escalar dos montañas relativamente bajas en la región del Everest: Lobuje East y el Island Peak. Estas dos montañas tienen la ventaja de no ser tan técnicas pero de presentar una escalada típica de los Himalaya.

En el otoño de 2010 viajé a Nepal junto con Ricardo para escalar el Ama Dablam. Aunque hizo un gran esfuerzo y se aclimató bastante bien, la montaña resultó ser más técnica de lo que esperábamos y Ricardo decidió no continuar, tal vez para no poner en riesgo mi oportunidad de llegar a la cima. Por esto, cuando empecé a hacer los planes para este año, siempre estuvo contemplado que regresaríamos juntos.

El programa para esta expedición es el siguiente: Volaremos hasta Katmandú donde pasaremos dos días y después tomaremos una pequeña avioneta hasta Lukla, en la región del Everest. Ahí comenzaremos una marcha de casi una semana. La primera montaña la subiré yo junto con un Sherpa mientras Ricardo camina dos días más hasta el campamento base del Everest para aclimatarse. Nos volveremos a reunir después del primer ascenso y caminaremos dos días hasta el campamento base del Island Peak. Intentaremos subir los dos la montaña acompañados de dos Sherpas y posteriormente regresaremos caminando a Lukla y volaremos a Katmandú. Todo esto nos llevará unas tres semanas. Como un ingrediente adicional, he solicitado un permiso para despegar con mi parapente desde la cima de ambas montañas y, aunque todavía no recibo la autorización del Ministerio de Aviación Civil y del Parque Nacional, tengo esperanzas de que sí me otorguen el permiso en los siguientes días.

Hace un par de horas, a la mitad de este vuelo de diez horas, a Ricardo le tiraron encima media tetera de té caliente. Está sentado junto al pasillo y a la sobrecargo se le resbaló el recipiente mientras me servía la tasa que le pedí. Afortunadamente, no estaba lo suficientemente caliente como para quemarlo, no pasó de tener su chamarra mojada durante un rato y nos dio una anécdota que contar del vuelo. Nos quedan todavía unas 15 horas de viaje. Por suerte traigo dos libros excelentes y buena compañía.

Estoy seguro que será una gran expedición y, al igual que lo vengo haciendo desde hace casi siete años, estaré llevando un diario de la expedición a través del blog. Pero en esta ocasión estaré también subiendo fotografías adicionales a Facebook en http://facebook.com/lianodavid

La Ciudad, vista por un corredor - Medio Maratón del Distrito Federal

El domingo pasado corrí los 21.1 kilómetros del Medio Maratón del Distrito Federal. Fue una de las mejores carreras en las que he participado y la ruta es un gran recorrido turístico de la Ciudad. Corrí con mi teléfono, fui sacando fotografías durante la carrera y creo que esta es una oportunidad de compartir cómo se ve la Ciudad desde el punto de vista de un corredor. Todas las fotos las tomé mientras corría y es por eso que posiblemente se vean un poco movidas pero de cualqueir manera se aprecia que la Ciudad es más bonita sin tanto coche. A, y con todo y eso corrí en 1:50:12 ¡Que disfruten!


El Ángel de la Independencia antes del arranque
Salida sobre Reforma
La Torre Mayor
La Fuente de La Diana
Av. Revolución + miles de corredores
El WTC



Corriendo sobre Reforma
El Monumento a Cuauhtemoc sobre Reforma


La Fuente del Caballito

Palacio de Bellas Artes

La Torre Latinoamericana


La marca del último kilómetro
Terminando sobre 20 de Noviembre
A punto de llegar
La Meta

Entrando a la Plaza de la Constitución
La Catedral
El Zócalo (Plaza de la Constitución)



La medalla
 




Fotografías de la travesía (segunda parte)

Terminando de lavar platos
Uno de los Chubascos. En la noche no se veían.
La brújula de noche.
Mi estación de navegación por la noche.
La brújula de noche.
Mi estación de navegación por la noche.
Un amanecer.

Leyendo un rato.

Otro atardecer.
Champ navegando.

Esta es mi foto favorita.


Registrando nuestra posición con el GPS.
Una cama bastante cómoda.
Arcoiris.


Mi sistema de comunicación satelital.
Dos barcos de guerra en la última tarde.
Primera vista de la isla en el amanecer.
No podía haber deseado una llegada más espectacular.
Así me vieron llegar Lulú y Ricardo.


Mi premio por llegar: una coca con mucho hielo.

Dejando al Champ.

Fotografías de la travesía (primera parte)


Comúnmente se dice que una imagen vale más que mil palabras. En el caso de este blog seguramente es cierto, y estas fotografías muestran mucho de lo vivido durante los casi 17 días que estuve navegando con el Champ. En las fotos no se puede percibir el cansancio, estrés y emoción de estar a la mitad de un océano encarando el mar, el viento y las olas. Pero estas son las fotos que creo que mejor representan la aventura que viví. Esta es la primera parte. Namaste.

El Corinthian Yacht Club de San Francisco

Algunos veleros del Transpac

¡Champ!

El transmisor satelital, enviando nuestra posición  cada dos horas

Toda mi comida para 16 días. No fue suficiente.

Trazando nuestra ruta.

Alcatraz, antes de la salida.

Esta es la bandera que nos dieron en la carrera.

La salida.

La niebla, cubriendo la salida de la bahía.

El Golden Gate y la niebla.


Cruzando el Golden Gate.

La estación de navegación del Champ.

Esa foto ha estado en la cima del Everest tres veces.

Uno de los primero atardeceres que se si se vieron.

Uno de los pocos barcos que vi en el trayecto.


Sacando la spinnaker.




Atardecer.

Así eran mis noches.

Otro día con la spinnaker.

Las horas finales


Distancia recorrida: 2,206 millas náuticas
Distancia por recorrer: 0 millas náuticas

Desde que salimos de San Francisco, usamos como referencia la hora de California pero para la llegada a la meta era completamente impráctico no usar la de Hawái por lo que a las nueve de la noche (en realidad era la tarde) cambié todos los relojes a las 6:00pm. Entonces el GPS estimaba nuestra llegada a la meta a las 6:00am del día siguiente. Como en las últimas horas, el viento era de unos 20 nudos y de una dirección favorable. Las olas eran de unos dos metros de altura. Antes del atardecer preparé mi última cena en el Champ. Cuando terminé de cocinar la pasta en sobre, lo único que quedaba de comida en todo el velero era un frasco de salsa de tomate y nada más. Mis provisiones, a excepción de un cuarto de kilo de café, se habían agotado. Luego salí a la cubierta del Champ y alcancé a ver que a unas millas de distancia habían dos barcos que sólo podían ser buques de guerra. No se acercaron mucho pero recuerdo que en ese momento pensé que me daba gusto haberlos visto aún de día porque no me gustaría encontrarme con uno de ellos por la noche.

El viento nos impulsaba con gran velocidad hacia la meta y el plan era comenzar a dormir en ciclos a partir de las 8 de la noche y después de las cuatro de la mañana permanecer despierto a la llegada porque ya estaríamos próximos a tierra. Cada vez dormía en intervalos de 30 minutos y al despertar escaneaba el horizonte, veía las velas, sentía el viento y volvía a dormir. En una de esas ocasiones en que dormía, creo que alrededor de las 11 de la noche, me despertó una llamada por el radio VHF que en todo momento tenía encendido. Claramente escuché (porque así se identificaron) que era un buque de guerra llamando a otra embarcación. Al haberme despertado súbitamente por esta llamada en el radio, decidí subir a la cubierta a hacer mi ronda y a pesar de la oscuridad de la noche con gran sorpresa vi que a no más de 300 metros de nosotros había un enorme buque de guerra iluminado con luces amarillas. ¡El barco al que estaban tratando de llamar era al Champ y nos estábamos dirigiendo directamente hacia ellos! Me indicaron que debía alterar el curso de inmediato y tal vez treinta segundos después de haber despertado nos encontrábamos rodeando la colosal embarcación. No quiero imaginarme qué hubiera pasado si me hubiera despertado algunos minutos después. Los daños al Champ hubieran sido considerables pero posiblemente hubieran tratado de actuar antes de dejar que los golpeara un pequeño velero.
El buque se alejó a gran velocidad y nuevamente nos quedamos solos en la inmensidad del mar.

Era impensable que pudiera volver a dormir después de tal sobresalto. Bajé a prepararme un fuerte café que me mantuvo despierto el resto de la noche. Con mucha expectativa buscaba en el horizonte la luz del faro de la costa norte de Kauai y sabía por las cartas de navegación que lo debería comenzar a ver cuando estuviéramos a 23 millas de distancia. Y fue exactamente cuando nos encontrábamos en ese punto que cada 10 segundos se vio la poderosa luz del faro.

Durante el resto de la noche observaba las pocas estrellas que eran visibles y me quedaba viendo durante largo tiempo a la luz del faro que cada 10 segundos se percibía, rompiendo la oscuridad. Nos llegaba un aguacero tras otro pero afortunadamente no trajeron vientos muy violentos. Me cuesta mucho trabajo poder compartir lo que viví en esas horas de mi última noche pero definitivamente era una sensación de satisfacción, sabiendo que me encontraba muy próximo a lograr mi meta y valorando cada minuto que me quedaba del recorrido.

Teníamos instrucciones muy precisas para la llegada y cuando nos quedaban 10 millas náuticas por recorrer intenté contactar a través del radio a Rob Tryon del comité organizador pero no tuve éxito. Cada vez que recorríamos dos millas intentaba de nuevo pero sólo la respuesta era silencio. Cuando a las cinco de la mañana comenzaban a verse las primeras señales del amanecer intenté nuevamente y por fin recibí respuesta diciéndome que estaban listos para mi llegada y que continuara hacia la meta. Esas primeras horas del Martes 17 de Julio el cielo se encontraba completamente cubierto de nubes y con lluvia intermitente. Minutos antes de que el sol se apareciera por el horizonte (en la estrecha franja que se veía entre el horizonte y las nubes) logré por fin ver tierra. Eran los enormes acantilados que conforman la costa norte de Kauai y alcancé a ver algunos edificios a la distancia. Ahí se encontraba la meta. El sol salió a las 5:54am y exactamente a las 6 de la mañana escuché por el radio “Champ, Champ, este es el comité organizador. Bienvenido a Hawái, has completado la ruta”. Inmediatamente sentí un gran descanso, como si hubieran abierto la válvula de escape al estrés y la ansiedad acumulada en dos semanas y media, y sonreí.

Por momentos llovía y luego se dejaba ver el sol entre las nubes durante algunos segundos. Las instrucciones eran que tenía que avanzar cerca de una milla más hasta la Bahía de Hanalei. Bajé mis velas y encendí el motor. Entrando a la bahía pude ver que una gran cantidad de veleros se encontraban anclados pero en una pequeña lancha inflable me esperaban cuatro personas, dos del comité organizador y mis dos ángeles, Lulú y Ricardo. Dentro de la bahía las aguas eran muy tranquilas y los cuatro subieron al Champ mientras avanzábamos hasta el lugar en donde quedaría anclado. Aunque algunos de los demás participantes sólo cargan cuerda y una pequeña ancla, el Champ cuenta con varias anclas para todo tipo de fondo marino y casi 80 metros de cadena. Al primer intento quedó perfectamente asegurado. Fue muy emotiva la reunión y no podría haber esperado mejor recibimiento. Entonces comenzaron una breve pero simbólica ceremonia en la que Rob me colocó un Lei (uno de los típicos collares Hawaianos). Todos los participantes escogido antes de la carrera una bebida para que los recibieran. En un “vaso” hecho de un coco me sirvieron la Coca de dieta con mucho hielo que pedí. platicamos durante algún tiempo sobre mis experiencias durante la travesía y llegó el momento de ir a tierra. Primero los dos miembros del comité organizador bajaron a la lancha, y los siguieron Lulú y Ricardo. Cuando fue mi turno, titubeé algunos segundos. Era el momento de dejar el Champ, mi compañero durante 4,000 kilómetros y 400 horas, mi refugio en el mar y la embarcación que me permitió conseguir este sueño de navegar desde América hasta Hawái. Me pasé a la lancha, solté al Champ. La aventura había terminado.

Llegada

El martes 17 de Julio, exactamente a las 6:00am hora de Hawaii, crucé la meta del Singlehanded Transpac. La última noche en el mar fue emocionante y también lo fue la llegada a la Bahía de Hanalei en Kauai. Mañana estaré escribiendo sobre todo eso pero por lo pronto basta decir que llegué bien y feliz, pero muy cansado.

Día 16


Distancia recorrida: 2,125 millas náuticas
Distancia por recorrer: 81 millas náuticas

Pasó el último día y tan sólo nos queda una noche navegando. ¡Y qué gran experiencia ha sido esta! Parece increíble que en tan solo unas horas estaré en tierra, rodeado de gente. Hoy comencé a ver señales de que estamos llegando, primero con la gran cantidad de pájaros que se han acercado al Champ al parecer con curiosidad. Después, escuché el ruido de aviones y por la tarde pasamos muy cerca de un barco pesquero.

Aparte de navegar, tuve dos actividades planeadas hoy que me entretuvieron un buen rato. La primera fue darle una buena limpieza al Champ. El velero se ha aguantado todo fenomenalmente y se merece que lo cuide como al mejor de mis amigos. Limpié la cubierta con agua dulce para quitarle la sal acumulada por las olas y limpié también todo por dentro. Quiero que cuando la gente vea el Champ a la llegada vea un reflejo de lo bueno que fue el viaje y de lo bien que me siento. La segunda tarea para hoy fue guardar y empacar todas mis cosas. Ya dejé casi todo preparado para hoy y mañana solamente tendré que guardar mi sleeping bag y dos o tres cosas más. No siento desánimo al realizar estas últimas tareas en el día final. Desde hace mucho tiempo aprendí que pensando en que está próximo a terminar un viaje, la sensación de tristeza sólo me impide disfrutar lo que queda por recorrer, por muy poco que sea.

Algo curioso es que con este tiempo que he pasado navegando me he vuelto muy bueno para estimar la velocidad a la que vamos tan solo por el sonido que hace el agua cuando avanzamos y por el movimiento y vibraciones del Champ. Para entretenerme, me he parado frente al velocímetro, cierro los ojos un minuto y trato de adivinar la velocidad a la que vamos. Para mi sorpresa la mayoría de las veces lo he podido adivinar con una diferencia de décimas de nudo.

Sobre el Bela Bartok, tengo un poco más de información. Su capitán, Derk Wolmuth, sufrió de una infección severa (aún no se qué tipo de infección) y para solicitar una evacuación médica activó su EPIRB (transmisor de emergencia). La embarcación más próxima era un barco carguero y lo rescataron horas después pero tuvo que abandonar el velero. En el barco que lo asistió hay un médico que lo atendió bajo las instrucciones de los médicos de la Guardia Costera en Honolulu. Ahora va en camino a Oakland y entiendo que se encuentra en buenas condiciones pero tuvo que abandonar su velero, el Bela Bartok. Interesantemente, antes de dejarlo, colocó las velas y la veleta de navegación para que el velero siguiera avanzando solo en dirección al Oeste y gracias a su transmisor sabemos su posición y que se mueve a aproximadamente 3 nudos en dirección a Hawái. Tengo entendido que en algunos días tratarán de rescatar el velero lo cuál es sorprendente porque de no traer transmisor definitivamente se hubiera perdido en la inmensidad del mar.

Mientras escribo esto, hemos navegado durante 391 horas. Nos quedan unas 13 horas y media para cruzar la meta y lo estaríamos haciendo a las 6:14am hora de Hawái (esto es 5 horas atrás de la hora de la Ciudad de México). En estas últimas horas voy a tratar de cenar algo, y dormirme lo más temprano posible. Ojalá pueda descansar unas tres horas (obviamente despertando seguido para monitorear el Champ) y a las 3 de la mañana me despertaré definitivamente y me prepararé un café fuerte. A 5 millas de Hanalai Bay, donde está la meta, existe un faro en un lugar llamado Kilauea Point. A través de las cartas de navegación sé que este faro mide 174 pies de altura (53 metros) y que flashea una luz blanca cada 10 segundos. También se que esta luz se puede comenzar a ver a 23 millas de distancia. Espero que el cielo esté despejado y me permita ver esta luz que será mi guía durante las últimas horas de la noche. Pero suficiente de hablar de mañana. A disfrutar el presente.

Día 15


Distancia recorrida: 1,986 millas náuticas
Distancia por recorrer: 220 millas náuticas

Un agradecimiento especial a Ricardo, mi hermano, que día a día me ha estado ayudando a enviar estos textos al blog ya que no he podido hacerlo yo directamente.

Desde que salimos de San Francisco he mantenido la hora de California como base. Todas las llamadas por el radio han sido a las 9:00am y 9:00pm y cuando arrancamos, las de la mañana las hacíamos con luz y las de la tarde una vez que se metía el sol. Como hemos estado avanzando hacia el Oeste, el amanecer cada día ha sido unos minutos más tarde y lo mismo con el atardecer. Hay tres horas de diferencia entre la costa oeste de Estados Unidos y Hawái.

Ayer pude sentarme nuevamente durante un largo rato a ver las estrellas. Es fascinante que en esta obscuridad total se alcance a ver miles y miles de estrellas a simple vista. Desafortunadamente, con el movimiento del velero cuesta trabajo concentrarse en pequeños puntos fijos pero el panorama general era esplendoroso.

Es curioso que tan solo ayer platicaba sobre los peces voladores y hoy temprano apareció uno muerto en la cubierta del Champ. Era de unos diez centímetros de largo y supongo que por el golpe que se puso al chocar con el velero tenía una aleta / ala rota. Lo lancé de regreso al mar.

En la llamada por el radio de las 9:00am del día de hoy me enteré que uno de los participantes, el Bela Bartok había activado su EPIRB (el transmisor que emite una señal de alerta para avisar que se necesita rescate de algún tipo) y que había solicitado asistencia médica urgente a través de la Guardia Costera y que se encontraba gravemente deshidratado. Supongo que la deshidratación fue consecuencia de algo pero no tuve mayores detalles sobre esto. A su llamado asistió un barco carguero que se encontraba cerca y hasta ahora no se si tuvo que abandonar el velero o qué le sucedió. Lo bueno es que fue asistido de inmediato. Esto es un recordatorio de lo afortunado que he sido y que todos los problemas y dificultades han sido verdaderamente menores.

Como si fuera para compensar por los varios días nublados que tuvimos hoy nos tocó el cielo completamente despejado. Siempre he sido muy cuidadoso con el tiempo que paso al sol y no menos de cinco veces me puse bloqueador solar a lo largo del día. La barba que me ha crecido sirve para protegerme un poco (ayer me encontré por primera vez canas en la barba) y cuando paso mucho tiempo en la cubierta me pongo una chamarra ligera para taparme. De cualquier manera mis brazos y mi cara están mucho más morenos que hace unas semanas.

Conforme avanzó el día aumentó bastante la velocidad del viento y el tamaño de las olas y las últimas horas han sido bastante movidas. Parece que así continuarán durante los siguientes días y que hasta el final será emocionante este viaje. 367 horas navegadas y actualmente el GPS me muestra que faltan unas 38 horas para nuestra llegada por lo que estaríamos cruzando la meta el martes alrededor de las 8 de la mañana hora de Hawái. El tiempo es relativo y en otras circunstancias 38 horas se me hubiera hecho una eternidad pero ahora me parecen muy pocas y estoy seguro que se pasarán en un abrir y cerrar de ojos. A demás de una cama y una pizza, ahora estoy sumando a mi lista una regadera porque llevo 15 días sin bañarme. ¡Que bueno que el viaje es en solitario!